Pregunta capciosa del periodista:
—Madre Teresa, tiene usted setenta años. Cuando se muera, el mundo seguirá igual que antes de que usted naciera. Después de todo el esfuerzo que ha hecho usted, ¿qué ha cambiado en el mundo?
Sin alterarse, y con una encantadora sonrisa, responde la Madre Teresa:
—Verá, yo nunca he querido cambiar el mundo. Yo solo he procurado ser
una gota de agua pura en la que el amor de Dios pueda reflejarse. ¿Le
parece poco?
Silencio embarazoso en la sala donde se desarrolla la rueda de prensa. Lo rompe la Madre Teresa:
—¿Por qué no intenta usted también ser una gota de agua pura? Así ya seríamos dos.
La anécdota continúa. Se entabla un diálogo entre el desarmado
periodista y la fundadora de las Misioneras de la Caridad, que le anima a
convencer a su mujer y a sus tres hijos para que sean también gotas de
agua pura, «... y ya seremos seis».
Esta es una de las cincuenta historias desconocidas sobre la vida de
la Madre Teresa que recoge La Madre Teresa de Calcuta. Un retrato
personal, el libro escrito por Leo Maasburg, sacerdote austriaco que
vivió muy de cerca, y durante años, las andanzas de la Madre Teresa. La
beata lo llevaba consigo en sus viajes como una especie de secretario,
por dos motivos. En primer lugar porque quería asegurarse la Eucaristía
diaria y la posibilidad de confesarse durante sus frecuentes viajes por
todo el mundo. El segundo motivo es que el padre Maasburg habla varios
idiomas y le servía de intérprete.
El libro tiene la frescura del testimonio sorprendido, agradecido,
enternecedor, asustado a veces, de quien ha tenido la enorme suerte —así
lo dice el autor— de vivir junto a esta santa contemporánea, una mujer
«maravillosamente normal, a pesar de lo extraordinario de su vida», como
la define en el primer capítulo del libro. Al hilo de las anécdotas, el
padre Maasburg va exponiendo el espíritu de la Madre Teresa, que no es
sino el espíritu cristiano vivido como Cristo quiso que se viviera:
hasta sus últimas consecuencias. Así —sin pretenderlo—, la Madre Teresa
cambió —y sigue cambiando— a muchos, mediante la fuerza del amor.
También se incluyen en el libro anécdotas de las Misioneras de la
Caridad, como la de aquel mendigo borracho que llegó tambaleándose a la
puerta de una de las casas que las hermanas tienen en Roma. De muy malas
maneras, le pidió algo para comer a la monjita que salió a la puerta.
La hora de comer se había pasado hacía mucho, pero la hermana se fue a
por algo a la cocina. Mientras le preparaba la bolsa con la comida, se
le ocurrió meterle una chocolatina. Cuando le entregó la bolsa, el
mendigo la cogió y se fue dando tumbos hasta un árbol cercano. Abrió la
bolsa y se quedó mirando su contenido durante un rato. Encima de todo
estaba la chocolatina. Aquello fue un mazazo que le hizo volver a llamar
a la puerta. Esta vez abrió otra hermana, y el mendigo que hacía unos
momentos había sido tan grosero preguntó educadamente si podía hablar un
momento con la que le había preparado la bolsa de comida. Fueron a
buscarla y, cuando apareció por la puerta, el mendigo la miró con ojos
cansados y le dijo:
—Hermana, ahora cuénteme algo de su Jesús.
Y de eso habla el libro: de Jesús. De Jesús actuando a través de
quienes han decidido amarle sobre todas las cosas mediante el servicio a
los más pobres de entre los pobres. Y esto sí es cambiar el mundo: el
movimiento se demuestra amando.
Traductor de
La Madre Teresa de Calcuta. Un retrato personal (Ediciones Palabra).
Religión Confidencial
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