Cuenta Gorki la historia de un pensador ruso que pasaba por una etapa de cierta crisis interior y decidió ir a descansar unos días a un monasterio. Allí le asignaron una habitación que tenía en la puerta un pequeño letrero en el que estaba escrito su nombre.
Por la noche, no lograba conciliar el sueño y decidió dar un paseo por el imponente claustro. A su vuelta, se encontró con que no había suficiente luz en el pasillo para leer el nombre que figuraba en la puerta de cada dormitorio.
Fue recorriendo el claustro y todas las puertas le parecían iguales. Por no despertar a los monjes, pasó la noche dando vueltas por el enorme y oscuro corredor. Con la primera luz del amanecer distinguió al fin cuál era la puerta de su habitación, por delante de la cual había pasado tantas veces, sin reconocerla.
Aquel hombre pensó que todo su deambular de aquella noche era una figura de lo que a los hombres nos sucede con frecuencia en nuestra vida. Pasamos muchas veces por delante de la puerta que conduce al camino que estamos llamados, pero nos falta luz para verlo.
Saber cuál es nuestra misión en la vida es la cuestión más importante que debemos plantearnos cada uno, y que podemos plantear a quienes queremos ayudar a vivir con acierto. La vocación es el encuentro con la verdad sobre uno mismo. Un encuentro que proporciona una inspiración básica en la vida, de la que nace el compromiso, el cometido principal que cada persona tiene, y que quien es creyente percibe como los planes de Dios para él. La vocación incluye todo aquello que una persona se ve llamada a hacer, lo que da sentido a su vida.
Alfonso Aguiló, interrogantes.net
Juan Ramón Domínguez Palacios / anecdotasypoesias.blogspot.com.es
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