Cuando empezó a trabajar, la disforia de género ya era bien conocida. La “medicina transgénero” nació en los años 50.
Durante todo el siglo XX y comienzos del siglo XXI, se aplicó en su mayoría a varones adultos que habían experimentado durante toda su vida una inadaptación a su sexo biológico, y a quienes se trataba con estrógenos y cirugía para ayudarles a vivir como mujeres. Los investigadores empezaron a considerar entonces si habría una forma de anticipar esa “transición” para evitar un tratamiento adulto, que en ocasiones suponía grandes dificultades.
En 2011, unos médicos holandeses publicaron un artículo donde sostenían que si los jóvenes con disforia de género bloqueaban farmacológicamente su pubertad natural, recibiendo las hormonas contrarias, empezarían antes a vivir antes su vida transgénero. El que se denominó “protocolo holandés” fue adoptado enseguida también a nivel internacional.
“Al mismo tiempo”, explica la psiquiatra en un reciente artículo en The Free Press, “surgió un movimiento activista que proclamaba la transición de género no como un simple procedimiento médico, sino como un derecho humano”. Este movimiento logró penetrar con fuerza en los medios y aprovechar las incipientes redes sociales, lo que decidió al ministerio finlandés de Asuntos Sociales y Salud Pública a establecer un programa nacional para la identidad de género en menores.
Se le encargó a dos hospitales que ya lo hacían con adultos. En uno de ellos trabajaba la doctora Kaltiala, a quien pusieron al frente del nuevo servicio.
Ella tenía sus reparos: “Se nos pedía intervenir en cuerpos sanos basándonos solamente en los cambiantes sentimientos de un joven sobre el género. La adolescencia es un periodo complejo en el cual los jóvenes consolidan su personalidad, exploran sus sentimientos sexuales y se van haciendo independientes de sus padres. La identidad es la conclusión de un correcto desarrollo adolescente, no su punto de partida”.
Tras un debate bioético en el que Riittakerttu expresó su opinión de que la transición de género “interrumpía y alteraba una etapa crucial de desarrollo psicológico y físico”, la directriz nacional se impuso y empezaron a aplicar el protocolo pedido.
La doctora Kaltiala conoció y evaluó personalmente a la mayoría de los pacientes tratados en ambas clínicas: más de 500. “En los primeros años, nuestro departamento psiquiátrico dio el visto bueno a la transición en el 50% de los casos. En años más recientes, esa aprobación ha caído al 20%”.
Las "sorpresas"
¿Qué pasó? Hubo “sorpresas”. Por ejemplo, en cuanto se abrió el servicio “no solo llegaron pacientes, sino que llegaron en manada: en todo el mundo occidental, el número de los niños con disforia de género se disparó”.
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