Officer Lawrence DePrimo bought new boots for a homeless man he encountered in Times Square
No hay mucho que contar, aunque la historia ha dado la vuelta al mundo: NY Times, Corriere della Sera, Facebook (2 millones de vistas y 333.118 "likes" cuando escribo).
El
agente de policía, en NY, cerca de Times Square, patrulla con los pies
helados de frío, pese a llevar puestos dos pares de calcetines.
Ve
un pobre descalzo en la calle. Y entra en un comercio de ropa y calzado
para el frío y compra unas botas y un par de calcetines. El dependiente
le descuenta su propio beneficio del precio de venta.
El agente entrega botas y calcetines al indigente. Pasa por allí en ese instante una turista que viene de Arizona y hace la foto con su teléfono y la pone en la red.
Ayer esperaba el autobús, bajo el diluvio torrencial del año, en Roma, frente a Zara,
cerca de Piazza Colonna. Sin foto: un misérrimo greñoso, sucio, sin
pantalones, con una gabardina azul raída y rota, tapando sólo algunas
vergüenzas, pisaba descalzo los mismos charcos que los que hacíamos cola
intentábamos evitar, y tendía la mano, pidiendo; nada en concreto: no
hacía falta. Junto a mí, una chica joven, sujetando el paraguas como
pudo, sacó de su bolso un paquete de galletas, que probablemente era su
almuerzo, y lo puso en sus manos. Me acordé del relato en el evangelio
del óbolo de la viuda, dando, no de lo que le sobraba, sino de lo que
tenía para comer. Hoy, leyendo la historia del agente de Times Square, la he vuelto a recordar.
No
hay mucho que contar, pero sí quizá algo que pensar sobre la inmensidad
del número de gentes buenas y —ya de paso— preguntarnos si realmente
podemos contarnos entre ellas. Sin foto ni historia publicada de lo
sucedido.
Juan José García-Noblejas
Scriptor.org
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