sábado, 1 de diciembre de 2012

Un policía de New York


Officer Lawrence DePrimo bought new boots for a homeless man he encountered in Times Square

      No hay mucho que contar, aunque la historia ha dado la vuelta al mundo: NY Times, Corriere della Sera, Facebook (2 millones de vistas y 333.118 "likes" cuando escribo).

      El agente de policía, en NY, cerca de Times Square, patrulla con los pies helados de frío, pese a llevar puestos dos pares de calcetines.

      Ve un pobre descalzo en la calle. Y entra en un comercio de ropa y calzado para el frío y compra unas botas y un par de calcetines. El dependiente le descuenta su propio beneficio del precio de venta.

      El agente entrega botas y calcetines al indigente. Pasa por allí en ese instante una turista que viene de Arizona y hace la foto con su teléfono y la pone en la red.


      Ayer esperaba el autobús, bajo el diluvio torrencial del año, en Roma, frente a Zara, cerca de Piazza Colonna. Sin foto: un misérrimo greñoso, sucio, sin pantalones, con una gabardina azul raída y rota, tapando sólo algunas vergüenzas, pisaba descalzo los mismos charcos que los que hacíamos cola intentábamos evitar, y tendía la mano, pidiendo; nada en concreto: no hacía falta. Junto a mí, una chica joven, sujetando el paraguas como pudo, sacó de su bolso un paquete de galletas, que probablemente era su almuerzo, y lo puso en sus manos. Me acordé del relato en el evangelio del óbolo de la viuda, dando, no de lo que le sobraba, sino de lo que tenía para comer. Hoy, leyendo la historia del agente de Times Square, la he vuelto a recordar.

      No hay mucho que contar, pero sí quizá algo que pensar sobre la inmensidad del número de gentes buenas y —ya de paso— preguntarnos si realmente podemos contarnos entre ellas. Sin foto ni historia publicada de lo sucedido.

Juan José García-Noblejas
Scriptor.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario