martes, 5 de marzo de 2013

REGRESO A CASA


   Hace apenas 3 semanas, en el descanso de la ‘Superbowl’, un anuncio de ‘Jeep’ conmovió profundamente a medio Estados Unidos y fue elegido como uno de los mejores del año.

      La narración va "in crescendo". Lo primero que vemos es una pantalla oscura y unas palabras fuertes, como gritos silenciosos: «We Wait. We Hope. We Pray» («Nosotros esperamos, anhelamos, rezamos… hasta que vuelvas a casa»). Pronto descubrimos que es un homenaje a las tropas que vuelven tras una misión humanitaria, una carta abierta a los hombres y mujeres que han cumplido una tarea costosa en cualquier parte del globo.


      La banda sonora llena por completo la escena, y comienza la narración de Oprah Winfrey, la conocida presentadora de TV: «Habrá una silla vacía, una luz encendida, tu cena preferida esperándote…». Porque, mientras estabas allí, alguien mantenía viva la llama del recuerdo: «En tu hogar, en tu entorno, en nuestros corazones, te hemos echado de menos…».


      Sin embargo, el anuncio no nos muestra a los soldados, trabajando esforzadamente en algún lugar inhóspito. En su lugar, vemos a sus hermanos −abatidos− recordándoles en la escuela; a sus madres −doloridas− extrañando su presencia; a sus maridos o a sus esposas −afligidos por el recuerdo− sacando adelante la familia.

      El anuncio nos habla de muchas cosas: del deber cumplido en circunstancias difíciles, del trabajo realizado en servicio a los demás, de la recompensa interior tras superar una dura prueba y de la felicidad desbordante cuando se vuelve a casa. Pero, más aún, nos habla de las personas que nos quieren cuando pasamos por momentos de incertidumbre.

      Con demasiada frecuencia, al pensar en las guerras y en las misiones de paz pensamos que son algo que les afecta a “ellos”, a los soldados (o a los voluntarios, a los miembros de una ONG o de una labor misional o religiosa). Y, con independencia de lo que pensemos sobre la vida militar, nos olvidamos de lo que experimentan quienes les vieron partir: un dolor lacerante por la ausencia, un temor irreprimible por lo que pueda suceder. Y ese recuerdo constante, angustioso, que se clava en el alma y que lleva a sufrir, a llorar, a rezar…

      Por eso, este anuncio puede ser visto como un homenaje a las tropas que regresan a casa, y es verdad que lo es. Pero, para mí, es sobre todo un homenaje a quienes supieron llevar esa angustiosa separación y se esforzaron por seguir adelante. El heroísmo de lo cotidiano, que tantas veces resulta más arduo y difícil que el otro.

Alfonso Méndiz

alfonsomendiz.blogspot.com / Almudí

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