Comentaba hace años un vigilante del museo del Prado a un amigo: "Llevo tantos años trabajando en el museo que cuando paso una y otra vez antes los cuadros de la pinacoteca tengo que repetirme para mis adentros que protejo un tesoro extraordinario.
Probablemente, por falta de sensibilidad artística y por la rutina de haber recorrido miles de veces esas salas me he acostumbrado a no valorar tanta belleza. Por eso me repito una y otra vez: esto es un tesoro que debes custodiar con celo aunque muchas veces tu insensibilidad y costumbre te impida apreciarlo".
La confidencia del vigilante es muy aleccionadora para todos. Para mantener vivos los amores que tenemos todos. A la familia, a los amigos...
Los cristianos disponemos de un tesoro extraordinario: la Eucaristía. No es un recuerdo. De modo misterioso pero real nuestro Dios ha realizado el portento. Escondido a nuestra sensibilidad está realmente presente Jesucristo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Y me gusta recordar las palabras de San Josemaría:
"El más grande loco que ha habido y habrá es El. ¿Cabe mayor locura que entregarse como El se entrega, y a quienes se entrega?
Porque locura hubiera sido quedarse hecho un Niño indefenso; pero, entonces, aun muchos malvados se enternecerían, sin atreverse a maltratarle. Le pareció poco: quiso anonadarse más y darse más. Y se hizo comida, se hizo Pan.
-¡Divino Loco! ¿Cómo te tratan los hombres?... ¿Yo mismo?" San Josemaría, Forja n. 824)
Juan Ramón
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