domingo, 13 de septiembre de 2015

Una música mejor

Cuenta la Odisea lo que aconteció cuando el navío de Ulises y sus compañeros llegó a donde habitaban las sirenas. Se sabía que su hermosura y sus cantos producían un efecto mortal en los marineros de los barcos que transitaban por allí: ante aquel espectáculo embriagador, se lanzaban al mar tras lo que era un espejismo y sucumbían.

Ulises, aun consciente del peligro, deseaba de todos modos escucharlas. La solución se la dio Circe. Para no perecer debía tomar estas precauciones: atarse él al palo mayor y que todos los demás –a fin de no escuchar la música– se taponaran con cera los oídos. Llegado el momento de pasar frente a las sirenas, Ulises dio las órdenes oportunas y dispuso que le apretaran las cuerdas que lo amarraban, de modo que no pudiera desatarse por sí solo. Así lograron pasar sin perder la vida.

Sin embargo frente al relato de Homero, Apolonio de Rodas, narra otra versión también magistralmente. Unos años antes, hacía idéntico recorrido la expedición de Jasón y los argonautas, que venían de rescatar el vellocino de oro. Viajaba en la nave Orfeo, el gran músico. Sólo él se percató de que se aproximaban a las sirenas y, para librar a todos de una muerte segura, ideó una estratagema: cuando llegaron al punto crítico, comenzó a entonar una bellísima balada con su preciosa voz. Al oírle, los marineros fueron acercándose a su alrededor, extasiados. Cantaron también las sirenas, pero Orfeo se impuso. La expedición sorteó el peligro escuchando una música mejor.

Una música mejor, más atractiva es lo que necesitan oír muchos para cambiar de vida, una música mejor que la del rigorismo de la mera norma, de la atadura. La norma por sí sola no logra atraer a la voluntad para practicar el bien. La virtud en cambio tiene ese rostro atractivo que se descubre cuando se practica.

Eduardo Peláez
serpersona.info

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