martes, 20 de junio de 2017

Gestiona tu éxito

Creo que es indispensable, cuando alcancemos alguna victoria, acordarnos de lo que el esclavo le repetía al general: ‘Respice post te, hominem te esse memento’.
Hay personas divertidas; con salero. Un salero ¡que no sube la tensión, sino que, más bien, la baja!
Y hay personas… más bien sosas (lo que, obviamente, no impide que tengan muchas otras cosas buenas).
Hay quien sabe contar chistes con gracia. Con mucha gracia. Otros, más torpes, te dicen: “¿Sabes aquel de…?” y destrozan la mejor broma, la más aguda ocurrencia, conforme la relatan.

Me gustan los chistes bien contados. Hacen brotar sonrisas, cuando no carcajadas. Lo que nunca está de más…
No todos los chistes merecen tal denominación. No, los que pretenden reírse de (y no con) los demás. O los que hacen mofa de las convicciones más profundas, propias o ajenas. Entre otros.
Todos sabemos que hay chistes de españoles, franceses e ingleses; de catalanes, de navarros, de vascos… y, entre estos últimos, de los de Bilbao. Vaya mi mayor aprecio −por cierto− para todos los citados. Para que nadie malinterprete…
Viene ahora a mi memoria ese chiste en que dos bilbaínos salen de un examen de matemáticas y uno le dice al otro: “Oye, a ti, ¿cuánto te ha dado el problema?” Y el otro responde: “Infinito““¿Solo?”, repregunta el primero…
Lo anterior viene a cuento de que leí hace poco que un partido de fútbol de alevines había concluido con un rotundo 25-0 (¿Solo? ¡Eso es casi infinito!)
Y supe que la directiva del equipo ganador decidió, nada más concluir el encuentro (más bien el “encontronazo”), cesar al entrenador de los peques.
“Nosotros educamos valores como el respeto al equipo contrario y esa actitud no podemos admitirla”, adujeron.
No sé dónde acaba el respeto al adversario, pero me temo que no es una mera cuestión numérica (no soy pariente del entrenador, advierto, ni he parado en detalle en el asunto).
Estoy seguro de que conoces a grandes triunfadores, como mi paisano Miguel Induráin o el manacorí Rafa NadalSus victorias (tan espectaculares como trabajadas) les han hecho más grandes aún por haberlas alcanzado sin buscar la humillación del adversario. Le respetan e incluso saben destacar sus méritos. No van “de sobraos”. Parece que llevaran un esclavo detrás.
Alguien se preguntará: ¿de qué esclavo me hablas?

« No sé si sabes qué era el triunfo romano

Nos cuenta Wikipedia que, la del Triunfo, era una espectacular ceremonia que se celebraba en la antigua Roma para agasajar al general que hubiera regresado victorioso de alguna campaña en tierras extranjeras. Para el protagonista era un día glorioso.
El espectáculo consistía en un desfile militar que comenzaba en el Campo de Marte. Para entrar en la ciudad, se pasaba por una puerta especial llamada Porta Triumphalis. De allí, el general hacía un recorrido completo, en una cuadriga, acompañado por un esclavo. Este, sosteniendo los laureles de la victoria sobre la cabeza del militar triunfador, le recordaba constantemente la fórmula: Respice post te, hominem te esse memento (Mira atrás y recuerda que solo eres un hombre). El cortejo se detenía al pie de la escalinata del templo de Júpiter Optimus Maximus. El general en cuestión entraba en dicho templo para ofrecer al dios sus laureles de victoria. A continuación, se celebraba una gran fiesta costeada por el protagonista, que solía ser bastante generoso, en la que participaba todo el pueblo.
Creo que es indispensable, cuando alcancemos alguna victoria, acordarnos de lo que el esclavo le repetía al general.
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.

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