Era Karol Wojtyla obispo de Cracovia cuando, con ocasión de una de sus visitas pastorales a un pueblo de su diócesis, un pequeño le dio la bienvenida. Lo hizo -en nombre de todos- leyendo un breve discurso.
El que luego sería Santo Padre pidió al chico, con la naturalidad que le caracterizaba, que hablara un poco más alto, pues no le oía.
El niño, con la atrevida espontaneidad propia de su corta edad, le espetó: ─Si no oyes, te inclinas.
Los asistentes estaban que no sabían dónde meterse…
Karol Wojtyła, sí que tuvo claro qué hacer: se inclinó y escuchó con atención.
Después, durante la homilía de la misa, comentó:
─Uno de los más pequeños de vuestra comunidad parroquial, al principio de nuestro encuentro, me ha recordado que debo inclinarme para escuchar lo que quiere decirme. Así es; y yo ahora, en mi servicio pastoral, me inclino ante vosotros…
José Iribas
Juan Ramón Domínguez Palacios
http://anecdotasypoesias.blogspot.com.es
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