Si a causa de mis pecados permite mi perdición, por lo
menos su justicia será alabada a causa de mi persona. Espero, sin embargo, y lo
espero con toda certeza, que su bondad clementísima guardará fielmente mi alma
y hará que sea su misericordia, más que su justicia, lo que se ponga en mí de
relieve. (…) Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere,
por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor.”
(Sto. Tomás Moro, Carta escrita en la cárcel a su hija
Margarita)
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