domingo, 24 de enero de 2010

Te voy a meter nueve meses en este zulo, para que nazcas de nuevo

Bosco Gutiérrez es un arquitecto mexicano. Una mañana, hace ya diez años, un grupo de hombres encapuchados lo golpearon y lo metieron en un coche para secuestrarlo. Durante nueve meses estuvo desnudo, encerrado en un zulo de tres metros cuadrados con un camastro y un cubo a modo de orinal, y con una música que le retumbaba los oídos las veinticuatro horas del día.

Los primeros tres meses, Bosco estuvo sumergido en una especie de depresión. Los secuestradores le habían obligado a dar información acerca de su familia, y él sentía que los había traicionado. No se movía, no comía, se quedaba tirado en el suelo sin hacer nada… El día de la independencia de México, los secuestradores le dejaron pedir lo que quisiera. Pidió un whisky, y se lo trajeron. Bosco estaba dispuesto a saborearlo como si fuera el último placer de su vida. “Fue entonces cuando escuché una voz en mi cabeza que decía: ofrécelo. Y yo pensaba: no voy a ofrecer esto, es lo único bueno que tengo. Ofrezco el estar secuestrado. Eso no depende de ti, decía la voz de mi cabeza”.

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