No olvidaré nunca a un piloto italiano que
se hallaba ocioso en el aeropuerto de Roma,
a causa de una erupción del Etna que
impidió la salida de su avión, al que pedí
consejo. Me habían robado, no tenía ni
dinero, ni el billete de avión, ni pasaporte
o tarjeta de crédito. Y el avión de regreso
a casa ya había despegado. El piloto me
ayudó, intentando persuadir a la línea aérea
de que dieran una muestra de buena voluntad.
En balde.
A continuación me rogó que
esperara un instante, me compró un billete y
me lo entregó junto con una dirección a la
que podía transferirle el importe una vez de
vuelta en casa. "Pero usted no me conoce en
absoluto y no puedo identificarme", objeté.
Lo único que dijo fue: "Ya me pagará". Sólo
pude contestarle: "Querido señor, su
amabilidad es mayor que la infamia de los
ladrones y la pérdida que sufrí no es un
precio demasiado elevado en comparación con
la amabilidad que experimento".
El piloto no
me pareció ser una persona de carácter tan
entusiasta como para que, durante los diez
minutos que nos tratamos, pudiera yo
lisonjearme de haber despertado en él la
impresión de ser digno de confianza; y como
éste era el caso, una vez que hube regresado
a casa yo no tuve nada mas urgente que hacer
que transferirle el importe en cuestión.
Cuando yo era director del Instituto de
Filosofía de la Universidad de Munich
existía la costumbre de que los profesores
sacaran sin hoja de préstamo libros de la
biblioteca de consulta, para sus necesidades
inmediatas. Suprimí esta costumbre porque
tenía malas experiencias conmigo mismo en lo
que se refiere a la devolución de libros
después de usarlos. Di orden de que no se
fiara demasiado de mí en este aspecto. Ahora
bien, tampoco es totalmente erróneo animar a
alguien a tener confianza en sí mismo.
Esforzándose, uno puede adquirir virtudes,
es decir, buenos hábitos, que todavía no
tiene.
La esperanza de conseguirlo da alas
al esfuerzo y si uno quiere llamar
autoconfianza a esta esperanza, entonces la
confianza fomenta el merecimiento de
confianza y esto es válido para cualquier
confianza y hace patente que la confianza
‑‑a diferencia del comportamiento frente a
aparatos‑ es una relación interactiva. La
confianza surte efecto en la persona a la
que se dispensa, y favorece el hecho de que
sea digno de ella.
*
Anécotas contadas por Robert Spaemann en su
conferencia Confianza,
pronunciada en Madrid el 19 de mayo 2005.
Publicada en la Revista Economía y
Humanismo
ARVO.NET
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