jueves, 4 de octubre de 2012

EL REY Y EL LABRIEGO

Luis XI
    Estando Luis XI, rey de Francia, en Borgoña, en tiempos de guerra, hizo amistad con un labriego noble, pero simple, el cual, por la carestía, le daba de comer la mayoría de las veces nabos cocidos, comida que el rey aceptaba muy gustosamente. Terminada la guerra el rey regresó a Francia y la mujer del labrador le insistía a su marido para que fuese a verle y le llevase algún presente a fin de obtener alguna recompensa. Tanto insistió la mujer que el campesino aceptó y decidió llevarle como regalo el mejor nabo de su cosecha.

       Una vez en la corte se colocó por donde el rey había de pasar y, efectivamente, el rey le reconoció y le llamó a su lado, entregándole el labriego su presente alegremente. Agradecido, el rey le entregó en recompensa mil escudos, mandando a su ayudante que guardara el presente recibido. Esta generosidad se extendió por la corte, y un codicioso le presentó al rey un precioso caballo con el ánimo de recibir una fuerte recompensa. Conoció el rey su avaricia y, queriendo castigarla, mandó a su ayudante en secreto que le trajese el nabo del labrador envuelto en una rica tela y, tomándolo el rey en sus manos, le dijo al avariento: “Estoy tan agradecido del regalo que me habéis hecho que, en recompensa, quiero daros esta joya que me costó mil escudos”.

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