La posibilidad de verse uno atrapado por los
bienes de la tierra a costa de la propia libertad puede ilustrarse con el
siguiente ejemplo. Se trata del sistema empleado por algunas tribus africanas
en la caza del mono. La experiencia ha enseñado a los aborígenes un sencillo
modo de expresarlo con una simple bolsa de arroz suspendida de la rama de un
árbol.
La bolsa además de contener un alimento muy preciado, presenta una
pequeña abertura por la que a duras penas puede penetrar la mano del animal. Tan dificultosamente entra, que no es posible volverla a sacar mientras la mano
siga empuñando una porción del apetecido grano.
Una vez que el mono ha
descubierto la bolsa y ha introducido la mano por el orificio, no tiene el
hombre más que acercarse tranquilamente al árbol. El animal salta, grita, se
debate desesperado, pero por no soltar el botín, se dejará capturar tontamente.
(Cfr. J. Eugui. La alegría de volver a Dios) / Anecdonet
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