miércoles, 17 de enero de 2018

La vida de Curro


En un precioso pueblo, de las serranías meridionales de España, era famoso el cálculo de placeres y dolores que la existencia diaria había enseñado a Curro. Lo más público y notorio del Curro es que no daba palo al agua, vaya: que no trabajaba ni poco ni mucho. 

Bien compuesto, eso sí, se paseaba de la mañana a la noche por empinadas calles de paredes encaladas, su mimbre en la mano, siempre una palabra ingeniosa en sus labios y una mirada que parecía venir de muy lejos. 

"¡Menuda vida que te pegas, Curro!" - Le solían decir sus vecinos. "Mi hambrecita me cuesta" -Contestaba él imperturbable. 

Y es que llegar a pasarlo bien, organizarse a gusto, es un empeño muy trabajoso, incluso cuando lo que se pretende es precisamente no pegar ni golpe. ¿Merece la pena tanto penar? No lo sé. Lo que sé es que no tenemos más remedio que iniciarnos en el enrevesado oficio de subsistir.
Si, mal que bien, no aprendo a vivir, la vida misma se encarga de pasar por encima de mí como un tren que me pillara en un paso a nivel sin barrera. Y es destrozo es tremendo, como se puede apreciar en las vidas malogradas, patéticas de tanta gente que nos rodea.

Alejandro Llano, La vida lograda, p.16
Juan Ramón  Domínguez-Palacios  
www.anecdotasypoesias.blogspot.com.es

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