Le dieron por muerto en la celda de la cárcel donde cumple condena, le introdujeron en una bolsa y los servicios funerarios le trasladaron al Instituto de Medicina Legal de Oviedo (Asturias). La sorpresa fue mayúscula cuando horas después Gabriel Montoya recobró el conocimiento, poco antes de que le practicasen la autopsia. Y lo primero que pidió fue un cigarro y comida.
El Chino, como lo conocen sus allegados, de 29 años, cumple condena en el módulo ocho de la cárcel asturiana de Villabona. El domingo, sobre las ocho de la mañana, durante el recuento de presos, los funcionarios lo encontraron inconsciente dentro de su celda, sentado en una silla.
«Los funcionarios, al ver al preso cianótico, azul, alertaron a los servicios médicos», relata un funcionario de prisiones a Ep. Los dos facultativos que se encontraban en las instalaciones, ambos con más de treinta años de experiencia, examinaron al preso y certificaron que presentaba «signos clínicos de muerte», según detallan desde Instituciones Penitenciarias, que defiende que el protocolo aplicado por parte de los trabajadores de Villabona ha sido el correcto.
Tras la valoración médica inicial se personaron en el centro penitenciario el juez de guardia, la Policía judicial y la médico forense, que fue la encargada de certificar oficialmente el fallecimiento, ordenando el traslado del cuerpo al Instituto Anatómico Forense para realizar la autopsia. El cuerpo fue introducido en una bolsa y llevado por los servicios funerarios al depósito del Instituto de Medicina Legal, en Oviedo. La sorpresa llegó cuando el personal de guardia empezó a oír ronquidos procedentes del cuerpo.
Ronquidos
«Le tenían en la mesa de autopsias y llegaron a marcarle con rotulador en el pecho para abrirle. Fue ahí cuando empezó a roncar y recobró el conocimiento», cuenta su padre, José Carlos Montoya, que pasó de llorar la muerte de su hijo a celebrar la vida «de un chaval que cumple condena por robar un poco de chatarra para darle de comer a sus cinco hijos».
La familia, residente en Avilés, asegura que ya está en conversaciones con un abogado «para que se haga justicia». «Casi lo enterramos vivo», lamentan. La familia del preso, de etnia gitana, había recibido la triste noticia del fallecimiento del Chino y se había desplazado rápidamente hasta el Anatómico Forense a la espera de que le entregasen el cadáver para poder velarlo en el tanatorio.
Ahora El Chino evoluciona favorablemente en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario Central de Asturias y, según sus familiares, será trasladado a una habitación en planta a lo largo de hoy. «Tiene neumonía como consecuencia de haberlo metido en el frigorífico de la morgue, pero está bien», dice su padre. El progenitor asegura que su hijo notaba que lo metían en una bolsa y en el depósito de cadáveres. «Él percibía que lo estaban tratando como si estuviese muerto, aunque no lo estaba».
Fuentes de la investigación señalan que podría tratarse de un episodio de catalepsia, en el que la persona permanece sin signos vitales aparentes durante un largo periodo de tiempo, aunque el padre del recluso asegura que su hijo «llegó a esa situación al intentar suicidarse con pastillas». Instituciones Penitenciarias y el Gobierno del Principado han abierto sendas investigaciones. En el hospital, Montoya será examinado para aclarar qué llevó a darle por muerto durante más de cuatro horas.
abc.es
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