domingo, 23 de mayo de 2010

LA FUERZA QUE NECESITAMOS

          Un empleado de la General Motors había tratado de cortar cierto nuevo metal muy duro. Después de repetidos esfuerzos inútiles llevó el metal al administrador general de la corporación, que era un reconocido ingeniero de automóviles e inventor, y le dijo que no podía cortarlo.
El le preguntó:
           -¿Ha usado el diamante para cortar metales? 
            El trabajador dijo que no;  fue a tratar de hacerlo y pudo cortarlo con el diamante.
           Entonces el administrador le dijo: 
  - El metal no es demasiado duro, el problema es que nuestras herramientas no son suficientemente fuertes.
          Cristo sabía que las herramientas de los primeros discípulos no eran lo suficientemente fuertes para hacer el trabajo difícil que él les había asignado. Reconocía que la fortaleza humana no tenía la suficiente potencia para vivir el evangelio en plenitud y esparcir lo en un mundo hostil. Por eso Jesús había insistido en que sus discípulos esperaran a la venida del  Espíritu Santo en el día de Pentecostés, antes de dedicarse a la tarea que les había confiado. Fueron preparados para su misión apostólica por el poder del Espíritu Santo que vino a morar en sus vidas aquel día. 
            Meditemos en la presencia del santificador en el corazón del cristiano, Dios en nosotros, y secundemos su presencia. El Consolador sigue en nosotros como en el día extraordinario de Pentecostés. Sólo falta que aprendamos de aquellos primeros la lección: Hay que ser dóciles al Consolador y secundarle. Os invito a repasar la homilia de hoy: AQUÍ

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