A un señor ya mayor, y no de muchas luces, le operaron de apendicitis.
Recién operado no le permitían beber. Y él tenía sed. En
un momento de despiste de la persona que le acompañaba, se levantó de
la cama, arrastrando el suero que tenía puesto, se fue al cuarto de baño
y se atracó de agua. Se puso fatal, con fiebre bastante alta.
Cuando le decían que había sido por el agua que bebió, no había forma de convencerle. Y daba una razón contundente, para él: - Lo que me hizo daño fue el frío del piso de la habitación al caminar descalzo por él.
¿Cómo iba hacerme daño el agua, si me la pedía el cuerpo?.
Con la máxima comprensión que merece todo enfermo esa actitud está muy presente en la sociedad actual. Ojalá esta anécdota nos invite a reflexionar en el valor de la templanza y del dominio de sí y nos ayude a rectificar en lo que nos haga falta.
Con la máxima comprensión que merece todo enfermo esa actitud está muy presente en la sociedad actual. Ojalá esta anécdota nos invite a reflexionar en el valor de la templanza y del dominio de sí y nos ayude a rectificar en lo que nos haga falta.
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