sábado, 29 de marzo de 2014

Francisco se confiesa durante una ceremonia penitencial en San Pedro

Los gestos del Papa Francisco son más fuertes que sus palabras. Durante una ceremonia penitencial en la Basílica de San Pedro, se acercó a un confesionario. No iba para confesar a otros, sino para que le confesaran a él.

Minutos antes, en su homilía subrayó que la conversión es un proceso que dura toda la vida, y no sólo la Cuaresma. También citó dos puntos esenciales para quienes quieran cambiar de vida. El primero es dejarse renovar por Dios.




PAPA FRANCISCO
"El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Fijar la mirada en lo esencial: esta es la diferencia entre la vida deformada por el pecado y aquella que ilumina la gracia. Del corazón renovado por Dios viene el buen comportamiento”.

El segundo punto fundamental es el amor de Dios. Dijo que no se acaba nunca, porque procede de Dios. Es tan fuerte que borra los pecados y consiente volver a empezar.

 PAPA FRANCISCO
"Nuestro Padre no se cansa nunca de amarnos y sus ojos no se cansan de mirar el camino a casa, para ver si regresa el hijo que se ha marchado y que ha perdido. Podemos hablar de la esperanza de Dios. Nuestro Padre nos espera siempre. No solo nos deja la puerta abierta. Nos espera”.

Después de sus palabras, Francisco se quitó la casulla morada y se dirigió a los confesionarios de la parte izquierda de la basílica. Y antes de sentarse en el que le correspondía, se arrodilló ante un sacerdote y se confesó.

Cuando terminó, entró en un confesionario cercano para escuchar la confesión de varios penitentes, en el mismo lugar en el que confesaron en el pasado Juan Pablo II y Benedicto XVI.

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