miércoles, 5 de noviembre de 2014

Un seminarista con el mismo cáncer que Brittany Maynard quiso disuadirla del suicidio con una carta


   
Dos circunstancias y edades casi idénticas, dos conceptos distintos del sufrimiento y de la vida.
   El pasado sábado, la joven norteamericana Brittany Maynard, de 29 años, se suicidó, tal como había anunciado semanas antes, porque le habían diagnosticado un tumor cerebral en fase terminal y quería -dijo- morir "con dignidad" y no pasar los difíciles seis meses de vida que le habían diagnosticado. Ingirió una dosis letal de barbitúricos en su domicilio de Portland (Oregón), a pesar de que unos días antes había manifestado que renunciaba a su plan suicida.

   La repercusión mediática del caso llegó hasta otro joven compatriota suyo, Philip Johnson, seminarista de la diócesis de Raleigh (Carolina del Norte), de su misma edad y con similar diagnóstico. El pasado 22 de octubre (antes, por tanto, de la muerte de Brittany), Philip le dirigió una carta pública para intentar disuadirla, misiva que dio a conocer la página web diocesana y que reproducimos a continuación en su integridad.

Querida Brittany: vale la pena vivir nuestras vidas, incluso con un tumor cerebral
Hace unos días leí la desgarradora historia de Brittany Maynard, la mujer de 29 años a la que se le ha diagnosticado un cáncer terminal de cerebro un año después de su boda. Cuando los médicos le dijeron que le quedaban sólo seis meses de vida, ella y su familia se trasladaron de California a Oregon para obtener los permisos necesarios para la eutanasia asistida por médicos. Está dedicando sus últimos días a captar fondos y hacer presión en favor de una organización cuyo fin es la expansión de la legalización del suicidio asistido a otros Estados.

"Dios mío, ¿por qué yo?"
La historia de Brittany me llega a los más hondo, porque en 2008, cuando tenía veinticuatro años, fui diagnosticado de un cáncer similar, también incurable. Después de sufrir durante años de dolores de cabeza y de sufrir varios diagnósticos erróneos, mi cáncer de cerebro de grado III (Astrocitoma anaplástico) era inoperable debido a su localización. La mayoría de los estudios afirman que el tiempo medio de supervivencia para este tipo de cáncer es de dieciocho meses, incluso con radiación y quimioterapia agresivas. En esa época había iniciado, con gran entusiasmo, mi carrera como oficial de la marina y tenía toda la vida por delante. Tenía muchas esperanzas y sueños y, en un instante, todos ellos se hicieron pedazos. Como Brittany decía en su video en la red, "que te digan que tienes este tipo de límite es como si te dijeran que vas a morir mañana”.

Fui diagnosticado durante mi segundo despliegue naval en el norte del Golfo Pérsico. Después de sufrir varios ataques, el médico de la nave me envió al hospital naval de Bahrein, nación situada en una isla del Golfo Pérsico, donde descubrieron mi tumor cerebral. Recuerdo el momento en que vi las imágenes por ordenador del TAC cerebral: fui a la capilla católica de la base y caí al suelo llorando. Le pregunté a Dios: "¿Por qué yo?". Al día siguiente volaba de vuelta a los Estados Unidos para empezar un tratamiento urgente. Unos meses después de recibir radioterapia y quimioterapiaabandoné la Marina y empecé mi formación para ser sacerdote, una vocación a la que me había sentido llamado desde que tenía diecinueve años. A pesar de todas las dificultades y retrasos en mi educación y formación en los últimos seis años, espero ser ordenado diácono la primavera del año que viene y sacerdote un año más tarde.

"Mi vida significa algo"
He vivido estos seis años con molestias, ataques y dolores de cabeza constantes. He cambiado a menudo de hospitales y médicos, a veces en pocos meses, buscando un retazo de esperanza que me haga sobrevivir. Como Brittany, tampoco yo quiero morir o sufrir la lógica consecuencia final de esta enfermedad. No creo que nadie quiera morir de esta manera. Brittany declara que siente alivio al saber que no tiene que morir del modo cómo le han explicado que moriría: ella puede morir "según sus propios términos". Yo también he preguntado a los médicos que me digan como procederá mi enfermedad. 

Siendo aún joven perderé gradualmente el control de mis funciones corporales, desde parálisis a incontinencia, y es muy probable que mis facultades mentales desaparezcan y me lleven a estados de confusión y alucinaciones antes de mi muerte. Esto me aterra, pero no me hace menos persona de lo que soy. Mi vida significa algo para mi, para Dios, para mi familia y amigos, y a menos que ocurra una recuperación milagrosa, seguirá significando algo mucho después de que esté paralizado en una cama de hospital. Mi familia y amigos me aman por lo que soy, no sólo por los rasgos de mi personalidad que poco a poco desaparecerán si el tumor progresa y me quita la vida. 

"He deseado que el cáncer creciera"
Es evidente que he vivido mucho más de lo que se esperaba al principio; yo lo atribuyo al apoyo y a las oraciones de las personas que me han ayudado a mantener una actitud positiva. Nunca declararé que he lidiado con la enfermedad de manera heroica o con gran valor, a pesar de lo que otros puedan observar o creer dado mi carácter reservado. Soy tímido e introvertido y no he dejado que mucha gente conozca la profundidad de mi sufrimiento. Ha habido momentos en estos últimos seis años en los que he deseado que el cáncer creciera y se llevara mi vida raudamente para que todo acabara por fin. Otras veces he buscado formas de escapar a través del pecado y la negación para así dejar de sufrir y de sentir tristeza, aunque fuera durante unos breves instantes. Sin embargo, en lo profundo de mi corazón sabía que este enfoque era inútil. Mi enfermedad se ha convertido en parte de mí mismo y aunque no me defina como persona, me ha conformado en lo que soy y en lo que me convertiré.

"Milagros donde nunca creí que los encontraría"
En el video de Brittany, su madre dice que su esperanza inmediata es un milagro. Mi respuesta a mi diagnóstico fue la misma: esperaba en una recuperación milagrosa para no tener que luchar con el sufrimiento y el dolor que seguramente llegarían. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que un "milagro" no significa necesariamente una curación instantánea. Si así fuera, ¿no moriríamos más adelante en nuestra vida por cualquier otra causa? ¿Hay alguna razón por la que merezcamos vivir otros quince, veinte o treinta años más? Cada día de nuestra vida es un don y los regalos pueden ser sustraídos en cualquier instante. Cualquier persona que sufra de una enfermedad terminal o que haya perdido a alguien cercano sabe esto muy bien.

He sobrevivido a mi lúgubre pronóstico -lo que creo que es un milagro-, pero lo más importante es que he experimentado innumerables milagros en lugares donde nunca creí que los encontraría. A través de mi preparación al sacerdocio he podido entrar en empatía con los enfermos y los que sufren en hospitales y casas de cura. He viajado a Lourdes, en Francia, al lugar de la aparición de la Virgen María y lugar de sanación física y espiritual que es visitado por millones de peregrinos cada año. He tenido la gran oportunidad de servir allí a los enfermos, que confían en Dios con todo su corazón para que dé sentido a su sufrimiento. A través de mi interacción con estas personas, he recibido mucho más de lo que he dado. Aprendí que el sufrimiento y el dolor, que son parte de la condición humana, no son inútiles y que no deben evitarse por el hecho de que tengamos miedo o porque busquemos el control en una situación aparentemente incontrolable. Tal vez sea este el milagro más importante que Dios quiere que experimente.

"Nuestra vida no nos pertenece"
El sufrimiento no es inútil y nuestra vida no nos pertenece, por lo que no podemos acabar con ella. Como humanos estamos en relación: nos relacionamos los unos con los otros y las acciones de una persona afectan a otras. Desgraciadamente, el concepto de"sufrimiento redentor" -ese sufrimiento humano vinculado al sufrimiento de Jesús en la Cruz para nuestra salvación y que puede beneficiar a otros- actualmente es a menudo ignorado o se ha perdido. 

Se entiende perfectamente que se proporcione medicación para paliar y limitar el sufrimiento en la medida de lo posible durante la agonía, especialmente de una enfermedad terminal, pero es imposible evitar el sufrimiento totalmente. No buscamos el dolor por el dolor, pero nuestro sufrimiento puede tener un gran significado si intentamos vincularlo a la Pasión de Cristo y ofrecerlo por la conversión o las intenciones de otros. Aunque a menudo nos aterra, el sufrimiento y el dolor que experimentamos en nuestras vidas puede convertirse en algo positivo. Esto ha sido muy difícil para mi, pero es posible conseguirlo.

"Una realidad importante de la vida"
Hay una nota en la página web de Brittany en la que se piden firmas para “apoyar su valentía en este arduo periodo". Estoy de acuerdo que este periodo es duro, pero su decisión es de todo menos valiente. Lo siento por ella y entiendo su difícil situación, pero ningún diagnóstico justifica el suicidio. Un diagnóstico de cáncer terminal cambia totalmente la vida de la persona, y la decisión de cometer suicidio asistido es un intento de mantener una pizca de control en medio de la confusión. Se puede entender que uno sienta la tentación de actuar así, pero esto es lo que es: una tentación que quiere evitar una realidad importante de la vida. Morir según "los propios términos" parece que haga de la muerte algo más confortable en nuestra cultura esterilizada y tiende a evitar cualquier mención del sufrimiento y de la muerte que, con el tiempo, nos llegan a todos.

Brittany comenta: “Espero morir en paz. La razón para considerar la vida y lo que tiene valor es asegurarse de que no pierdes nada, que aprovechas el momento, lo que es importante para ti, lo que te preocupa -lo que te importa-, persiguiendo esto y olvidándote del resto”. Desgraciadamente, Brittany se perderá algunos de los momentos más íntimos de su vida: las personas a las que ama consolándola de su sufrimiento, sus últimos y más personales instantes con su familia y el gran misterio de la muerte -a cambio de una opción más rápida y con "menos sufrimiento" que se centra más en ella misma que en cualquier otra persona. En nuestra cultura, que intenta evitar el dolor a cualquier precio, no es difícil de entender por qué esta respuesta es tan común entre los que sufren. 

"Quiero ser sacerdote"
He sentido mucha tristeza a causa de mi enfermedad, pero ha habido también grandes momentos de alegría. El apoyo que he recibido de otras personas me anima a seguir adelante. Quiero ser sacerdote, quiero ver a mis tres sobrinos pequeños crecery estos objetivos me dan esperanza y hacen que me levante cada día y viva mi vida con confianza.

Seguiré rezando por Brittany mientras ella lucha con su enfermedad, porque sé exactamente por lo que está pasando. Sigo estando triste. Sigo llorando. Sigo pidiendo a Dios que me muestre Su voluntad a través de todo este sufrimiento y que me permita ser Su sacerdote si este es Su deseo, pero sé que no estoy solo en mi sufrimiento. Tengo a mi familia, a mis amigos y el apoyo de toda la Iglesia universal. He caminado por la misma senda por la que camina Brittany, pero nunca he tenido que caminar solo. Esta es la belleza de la Iglesia, nuestras familias y el apoyo que nos damos los unos a los otros con la oración.

Deseo que Brittany comprenda el amor que todos sentimos por ella antes de que se quite la vida; si, por el contrario, decide luchar contra su enfermedad, su vida y testimonio serán un ejemplo increíble, de gran inspiración para un sinnúmero de personas en su situación. Ciertamente, será de inspiración para mí en mi propia lucha contra el cáncer.

religionenlibertad.com

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