jueves, 22 de octubre de 2015

Frances, cristiana en una familia agnóstica, llevó a la fe a Chesterton

Frances Chesterton

El primer converso de Frances Chesterton
Se conocieron en otoño de 1896, en el salón de Frances, en el número 8 de Bath Road.Gilbert se enamoró al instante y describió cómo, intuitivamente, supo que Frances sería fiel y honrada.

“Si algo tengo que hacer con esta muchacha es caer de rodillas ante ella; si hablara con ella, nunca me decepcionaría; si de ella dependiera, nunca me negaría; si yo la amara, nunca jugaría conmigo; si yo confiara en ella, nunca incumpliría su promesa; si me acordara de ella, ella nunca me olvidaría”, escribió Chesterton.

Estaba especialmente atraído por la firmeza de su fe. Mientras otras personas del vecindario estaban interesadas en el ocultismo o espiritismo, Frances creía firmemente en el cristianismo y nada de lo que le pudieran decir la disuadía de su fe. Gilbert admiraba esto. Pronto sería su converso.
“Llevaba puesto un vestido de terciopelo verde con franjas de piel gris, que yo hubiera denominado artístico, pero ella odiaba toda esa charla sobre arte; y tenía un rostro atractivo, que yo hubiera llamado élfico, pero ella odiaba toda esa charla sobre elfos. Pero lo que era impresionante y casi aterrador sobre ella es que no odiara ese ambiente social, sino el hecho de que no le afectara en absoluto".

Ella era inmune a las influencias de literatos
En su Autobiografía, Chesterton escribe: "Ella nunca supo qué significaba estar "bajo la influencia" de Yeats, Shaw o Tolstoy o cualquier otro. Era inteligente y sentía un gran amor por la literatura, especialmente por Stevenson. Pero si Stevenson hubiera entrado en la habitación para explicar sus dudas sobre la inmortalidad personal, ella habría pensado que él estaba equivocado sobre ese punto, pero no le habría afectado lo más mínimo. No se parecía en nada a Robespierre, excepto por un gusto por la pulcritud en la vestimenta, y sin embargo ha sido sólo en el libro del Sr. Belloc sobre Robespierre donde he encontrado las palabras que describen esa cualidad única que la desconectaban de la cultura actual, salvaguardándola de ella. “Dios le había puesto en la mente un tabernáculo de piedra en el que conservaba algunas grandes verdades de manera imperecedera".

La fe de ella cambió a Chesterton
Gilbert, en 1896, todavía no era cristiano. Seguramente se hubiera descrito a sí mismo como un agnóstico, si bien hubiera admitido creer en un Gran Poder de algún tipo -"Alguien" a quien dar las gracias por su existencia. Pero su teoría de la fe, hasta que conoció a Frances, estaba escasamente desarrollada. 

El "tabernáculo de piedra" de grandes verdades de ella atrajo a Gilbert.

Pasó rápidamente de escéptico a teísta, a deísta, y a cristiano defensor de la Trinidad. 

Ella no sólo le introdujo en su primera experiencia de fe, sino que tuvo el sentido común de practicar su fe: un fenómeno que asombró a Gilbert. 

Había conocido a otros cristianos antes de conocer a Frances, pero nunca uno que realmente fuera a la iglesia. Esto era algo nuevo para él e hizo que admirara a Frances aún más.

A Frances, persona observadora y perspicaz, procedente además de un ambiente literario, le intrigaba Gilbert. Su nombre no significaba nada para ella, porque él aún no era famoso. Si bien él todavía no tenía un nombre, ella supo ver en Gilbert a un escritor en ciernes, a un poeta y a un crítico de arte interesado en la vida espiritual. Esto tuvo un eco personal en ella en todos los aspectos.

Cosas comunes y buenas: sensatez
Poco después de haberla conocido, Gilbert escribió en una carta a un amigo:

Ella es buena, amable, educada, inteligente. Es sensata. Son cosas que no son nuevas; son las cosas comunes que te puedes encontrar en un paseo matutino. Si quieres saber cuál fue una de nuestras conversaciones, hablamos sobre la risa y yo dije lo sagrada que era y ella respondió con su monosílabo. Por cierto, no es que sea importante, y aunque ella dijo “Sí”, es realmente la joven más lista, por no decir inteligente, que he conocido. Me di cuenta, sobre todo, cuando empecé a expresar algunas reflexiones sobre el cristianismo. Tal vez no tenga mucha formación en la materia, pero cuando se habla de vida interior, sabe más que nadie”, escribio Chesterton.

Más tarde, él le dedicaría su poema épico La balada del caballo blanco con estas palabras: “Para ti, que trajiste la cruz hacia mí”. 

Él le debe a ella su conversión al cristianismo. Treinta años más tarde, ella le debería a él su conversión al catolicismo. Chesterton era famoso por sus paradojas y ésta tal vez sea la más famosa de todas.

En otoño de 1896, cuando la I.D.K. Debating Society empezó a reunirse otra vez, su miembro más nuevo fue Gilbert Keith Chesterton.

Mientras tanto, en 1895, Frances consiguió una plaza a tiempo completo en la Parents National Educational Union como secretaria general. Tomaba notas en todos las reuniones del comité y las pasaba a limpio en el libro de actas. Cuando Gilbert se dirigía a su trabajo pasaba por su despacho, situado en Victoria Street, y muchas mañanas se detenía en él, pasaba rápidamente por su mesa y le hacía un dibujo o le componía un poema con prontitud en su papel secante para que estuviera aún allí, dándole la bienvenida, cuando ella llegara unas horas más tarde.

Dieciocho meses más tarde estaban comprometidos.

Gilbert aún no era el famoso periodista que sería después. Trabajaba en una editorial, leyendo montones de manuscritos para elegir los que luego serían publicados. También escribía historias y poemas y empezó a escribir también algunas críticas sobre libros de arte. Estos primeros artículos fueron publicados de forma anónima.

También tenía un cuaderno en el que apuntaba sus pensamientos, fragmentos de poesías y relatos, ideas. Frances también tenía un cuaderno donde escribía poesías. CuandoGilbert le mostró algunos de sus poemas, ella supo reconocer en él a un gran escritor y quiso hacer algo porque Gilbert no parecía tener planes respecto a su obra.

Fue un periodo de crecimiento y de extraordinario potencial, que inculcó en el naciente noviazgo de Gilbert y Frances una gran esperanza y entusiasmo. Con tantos amigos comunes, era inevitable que se encontraran. 

Los señores Chesterton, años después de casarse

El genio excéntrico y la romántica tranquila
Su amistad, que empezó gracias a la literatura, la vida espiritual, el arte, el debate y la poesía, estaba bien equilibrada en todos los aspectos.

Gilbert, el naciente genio excéntrico necesitaba un fundamento y alguien con quien confrontar sus ideas; Frances, la romántica tranquila y devota, necesitaba a alguien con quien compartir su amor por la poesía, a alguien a quien amar y a quien cuidar, a alguien con quien formar una familia. 

Parecía ser la pareja ideal para combatir cualquier nuevo desafío que la vida les trajera.

Cuando Frances conoció a los padres de Gilbert, Edward y Marie Louise Chesterton, inmediatamente reconoció en el Sr. Chesterton a un alma gemela. A "Mr. Ed", como llamaban al padre de Gilbert, le gustó Frances. Por lo que, tras leer los poemas de Gilbert, ella se los llevó a Mr. Ed y ambos empezaron a conspirar.

Una familia literaria
Hay que decir aquí que la familia Blogg tenía vínculos muy importantes con gente del mundo literario: el tío de Frances Blogg era el famoso poeta Laman Blanchard y el mejor amigo de éste era el dramaturgo Douglas Jerrold. Ambos formaban parte del círculo más íntimo de Charles Dickens. 

Además, la tía de Frances fue la primera en traducir al inglés la vida del artista Alberto Durero, lo que le trajo fama como historiadora del arte. Otro tío, Cosmo Hamilton, era a la vez crítico de arte y poeta. La familia Blogg sabía cómo tratar a las almas literarias y ayudarlas en sus carreras.

Un joven amigo de la I.D.K. Debating Society, Rex Brimley Johnson, estaba saliendo con la hermana de Frances, Gertrude. Rex había fundado una pequeña editorial y cuando Frances y Mr. Ed le enseñaron los poemas de Gilbert, él aceptó publicarlos en un libro. Se empezó a preparar la publicación de una alegre colección de poemas, Greybeards at Play(Barba gris en escena, ndt). 

Frances tenía una segunda colección de las obras de Gilbert, más serías, titulada The Wild Knight (El caballero salvaje, ndt), que incluía algunos poemas memorables como “By the Babe Unborn” (Antes de nacer, ndt) y “The Beatific Vision” (La visión beatífica, ndt), como también el que ha demostrado ser su poema más famoso, “The Donkey” (El burro, ndt). 

Johnson rechazó el segundo libro, por lo que Frances y Mr. Ed encontraron a otro hombre, Grant Richards, que aceptó publicar la obra de Gilbert si Mr. Ed ponía el dinero. En 1900, gracias al empuje de su prometida, fueron publicados los primeros dos libros del futuro periodista.

Frances trabajaba siempre entre bastidores para asegurar el éxito de su marido. Era la fan más grande de Gilbert: le gustaba toda su poesía, sus ensayos y sus libros. Luchó para que sus libros fueran publicados negociando con agentes y editores. Él le dictaba y ella se aseguraba de que sus columnas estuvieran acabadas puntualmente y en manos de los mensajeros.

G.K. Chesterton , ya famoso, en 1930, y su esposa Frances; él moriría 6 años después, y ella 8 años después, sin llegar a conocer la II Guerra Mundial

Vidas entretejidas en el noviazgo
Su noviazgo tejió juntas dos vidas. Hablaban, rezaban, escribían poemas de amor, soñaban con un futuro en el campo y esperaban que los escritos de Gilbert les proporcionaran lo suficiente para formar y crecer una gran y hermosa familia. 

Frances deseaba tener siete hijos. Ahora compartían la misma fe. Deseaban unir el resto de sus vidas por lo que planificaron unos audaces y apasionados votos en compañía de sus amigos y familia en la iglesia. No querían simplemente una unión o un contrato. Querían el sacramento del matrimonio, para que éste los uniera para siempre.

Gilbert Chesterton no hubiera sido el autor que fue sin su esposa para ayudarle y guiarle. Frances se convirtió en todos los apelativos que se han dado a la figura de la esposa: su media naranja, la mujer detrás del hombre, su compañera, su socia, su alma gemela, su amante y su mejor amiga. Cuando el sacerdote dijo “Y que los dos sean uno”, Gilbert y Frances verdaderamente lo hicieron. Ha llegado el momento de que el mundo reconozca a esta increíble pareja.

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

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