miércoles, 9 de agosto de 2017

Ruth Beitia, campeona olímpica: «Necesitaba una cura de humildad»

Ruth Beitia en Londres
Ruth Beitia (Santander, 38 años) luce formas refinadas en sus movimientos, una pose elegante en su gesto estática y educación japonesa al entablar una conversación. Es el emblema de la selección española de atletismo, su capitana y la más influyente referencia de todos los expedicionarios de nuestro país al Mundial de Londres. 

Estudiante de psicología y campeona olímpica en salto de altura en Río de Janeiro, la cántabra se expone a una competición en la que sabe que no ganará, salvo sorpresa mayúscula. La rusa Maria Lasitskene, que actúa como neutral por la sanción a su país, ha saltado este año 2,06 metros, la única en el mundo que ha sobrepasado los dos metros. Beitia dice haber pasado cuatro meses «horrorosos» por culpa de una lesión en el psoas, pero también está lista para la lucha. 

En el bullicio que se palpa en el hotel de la selección española, cada palabra de Beitia se escucha sin rechistar. Mañana empieza su aventura en el Mundial. Antes habló con ABC. 

—¿Cómo se encuentra? 
—Llevo dos semanas sin ningún tipo de dolor, solo el hombro me molesta algo, pero nada que me incapacite para ningún ejercicio. Me encuentro muy bien y con ganas. También con esa incertidumbre de no saber qué va a ocurrir. Esto es algo inquietante para mí. 

—¿Por qué inquietante? 
—Porque otras veces sabía que iba a luchar por medallas, por un objetivo concreto, ahora no. Tendré que tirar de experiencia. Soy una persona que disfruta de la competición. Por primera vez en mi vida, mi plan tiene que ser la clasificación, echar el resto ahí y pasar a la final. Si lo consigo, la final será un regalo. Y en ese regalo lo que quiero es arañar todos los puestos posibles para pelear, si se puede, por las medallas. 

–Usted ha pasado por todos los ciclos, desconocida, admirada, campeona… Se retiró, volvió, ganó un oro olímpico, se presenta al Mundial después de cuatro meses horrorosos… ¿Cómo se gestionan mentalmente tantos vaivenes? 
—Tanto Ramón Torralbo, mi entrenador, como yo hemos creído siempre en una preparación multidisciplinar. Y el entrenamiento mental con Toñi Martos forma parte de él. He tenido que retomar tiempos pasados a la hora de la preparación mental y enfrentarnos a otro tipo de situaciones. Ha sido importante, por qué negarlo. 

—¿Qué efectos consigue? 
—Vengo al Mundial con la cabeza limpia, totalmente preparada para cualquier cosa que vaya a ocurrir, pero siempre con la mirada positiva. Siempre con el convencimiento de que lo que ocurra va a ser positivo para mí. Cuando volví a competir, dije que todo sumaba. Y ha sido así. Estos cuatro meses horrorosos me han demostrado que solo soy un ser humano… Nunca me he considerado más que nadie, pero sí que necesitaba una cura de humildad o volver otra vez a mis orígenes, a la verdadera lucha, a la pelea por conseguir resultados, al día a día. No ha sido fácil, pero siempre doy la vuelta a la tortilla, siempre veo el lado positivo de las cosas. Esos cuatro meses me han enseñado que aún queda Ruth para luchar. 

—¿Se refiere con esa cura de humildad a lo que vino después del oro olímpico? 
—Ha sido un año frenético, inquietante, en el que me enfrenté a situaciones que nunca había vivido. Muchísimas visitas a colegios, conferencias y atender como se merecen a mis patrocinadores, ya que gracias a ellos seguimos aquí en el atletismo. 

—¿La descolocó ese trajín? 
—Son situaciones ajenas a mi preparación. Yo soy una persona que funciona a golpe de agenda, muy metódica. Hago muchas cosas al día, pero las tengo todas muy bien organizadas. Ese caos ilógico se me fue de las manos. Y lo que más ha distorsionado todo ha sido estar lesionada tanto tiempo. 

—¿Cómo se toma ahora su profesión de atleta? 
—El atletismo no es mi profesión, es mi pasión. Un día llegó un momento en que vivía del atletismo, era parte fundamental de mi trabajo que compaginaba con mi vida política y mis estudios de psicología. Era mi fuente de ingresos. Vivía de ello. Después de los Juegos de Londres, me quité todas las piedras que llevaba en la mochila y ahora es mi pasión, ya no lo veo como un trabajo. Entendí que no se puede ir a competir con ansiedad, porque no tiene ningún sentido si estás haciendo lo que más te gusta en la vida. Y así se explica por qué el atletismo se ha convertido en mi pasión y no en mi profesión.

abc.es

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