Sevilla 1874. Un grupo de jóvenes se ha reunido para pasar la tarde en una casa del barrio de Santa Lucía. Recae la conversación sobre la virtud de cierta señora ilustre de la ciudad, que abandonando todo género de frivolidades y pasatiempos se dedica por completo a obras de caridad.
Todas están admiradas del cambio de vida de esta señora. Sin embargo, una de las presentes comenta que esa actitud no ha sentado bien entre todos y que algunos de los pobres que asiste se atreven a murmurar de ella.
Otra interviene diciendo que sin justificar la actitud de esas personas necesitadas hasta cierto punto las entendía, puesto que a los pobres les parece que no se compadecen auténticamente de sus penas, cuando no se les da el derecho de quejarse.
Que, si viera a esa señora pobre, despreciada, desvalida, viviendo en un tugurio, careciendo de lo más necesario, y, a pesar de todo, contenta y en paz, no dudaría en darle el título de santa.
Esta conversación hizo profunda impresión en una de las jóvenes presentes: Angelita Guerrero, una pobre zapatera. Surge en su interior un pensamiento, que va a ir cobrando cuerpo: «hay que hacerse pobre con los pobres para atraerlos a Cristo».
Un año después, convertida en Sor Ángela de la Cruz, funda la Compañía de Hermanas de la Cruz; hoy siguen viviendo este principio: pobres ellas primero, atendiendo desde sus conventos y en los domicilios particulares a tantas personas necesitadas de nuestras ciudades.
En verdad, podría decirse que santa Ángela de la Cruz, cuya memoria hoy se celebra, antecede en el tiempo a santa Teresa de Calcuta; una en Sevilla y otra en la India se convierten en Madres de los pobres. Y las Hermanas de la Cruz bien podría decirse que son «las misioneras de la caridad españolas».
Con Él, noviembre 2018, ed Palabra
Juan Ramón Domínguez Palacios
http://anecdotasypoesias.blogspot.com.es
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