miércoles, 27 de junio de 2012

ACERCA DE SU HIJA

          El filósofo personalista Emmanuel Mounier sufre un duro golpe al saber que su hija primogénita, que no cuenta más que con siete meses de edad, padece una encefalitis y quedará para siempre como subnormal profunda. Pero la fe de este converso no disminuye sino que madura y se refuerza. Al año siguiente, en 1939, movilizado, escribe a su mujer Paulette: "Hace un rato, mientras caminaba por la carretera, he intentado hacer cantar a mi corazón. No me costó mucho. Me bastó pensar que todo sufrimiento, unido al de Cristo, pierde su desesperación... 

          ¿Qué sentido tendría todo esto si nuestra criatura no fuera más que un pedazo de carne deteriorada, un poco de vida accidentada, y no esa pequeña blanca hostia que nos supera a todos, un infinito de misterio y de amor que nos deslumbraría si lo viéramos cara a cara?" Y continúa: "Si no hacemos más que sufrir (penar, resistir, aguantar) no podríamos soportarlo... No pensemos en la enfermedad como algo que se nos sustrae, sino como algo que damos, para no disminuir el mérito de ese pequeño Cristo que está en medio de nosotros".


          También confiesa un día a un amigo que siente "una aguda y profunda tristeza, aunque ligera y transfigurada; y, a su alrededor, una adoración, no encuentro otra palabra. (...) Es una hostia viva entre nosotros, muda como la hostia y, como ella, resplandeciente... Si el delicado extremo del alma del niño bautizado se pone en contacto directo con la vida divina en el momento del bautismo, ¿cuál será el esplendor oculto en este pequeño ser que no puede expresar nada a los hombres...? Françoise, hijita mía, eres para mí la imagen de la fe".

Cfr. J. Toulat, Esos niños "especiales"

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