Ocurrió, hace años,  en un pueblecito turístico de España. Era sábado por la tarde y en la ermita  del pueblo, un monaguillo preparaba la Sta. Misa. De pronto, apareció  por allí un turista oriental, cámara en ristre y con el aire un poco  despistado que es típico en estos visitantes. Se quedó durante un rato  observando las hermosas pinturas románicas de la iglesia, sacó un par de  fotos y, al cabo de un rato, reparó en el monaguillo. Le llamó  especialmente la atención como, cada vez que pasaba delante del altar,  el pequeño hacía una genuflexión.
 -¿Por qué haces  eso? – preguntó al fin.
 -¿Por qué hago, el qué? –preguntó el  chaval, sin saber a lo que se refería el turista...
 -Pues...  porque, cada vez que pasas por aquí, te arrodillas.
 -Ah...  ¡Hombre, pues porque ahí-señalando al Sagrario- está Dios...!-contestó  el monaguillo, como la cosa más evidente del mundo.
 -¿Dios...?  El turista se quedó pensando por un momento, mirando el Tabernáculo con  los ojos entrecerrados. 
Al fin, dijo:
 -Si yo  creyese que mi Dios está ahí, no solamente me arrodillaría al pasar  delante de él, sino que entraría de rodillas en la iglesia, sin levantar  la cara del suelo. 
Y nunca más volvería a salir de aquí. 
Hoy es la Solemnidad del Corpus Christi, trasladada en la mayoría de las diócesis católicas al próximo domingo. Preparemos con cariño esa gran fiesta que encierra la locura de Amor de Dios hacia nosotros

 
 
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