Vieja sabiduría oriental. Lo narra un autor chino del siglo III antes de Cristo, Lü Bu We, en Anales de primavera y, otoño.
Un hombre había perdido su hacha. Sospechaba del hijo de su vecino. Observaba su manera de caminar: era el caminar de un ladrón de hachas; su traza: era la traza de un ladrón de hachas; sus palabras: eran las palabras de un ladrón de hachas; sus movimientos: eran los de un ladrón de hachas; todo su ser era la manera de ser de un ladrón de hachas.
Luego, por casualidad, excavó una zanja y encontró el hacha que había perdido. Curioso. Al día siguiente vio pasar al hijo de su vecino: entonces sus movimientos y todo su modo de ser ya no se asemejaban a los de un ladrón de hachas. Sin embargo, el hijo de su vecino no había cambiado. El mismo había cambiado.
Toda una llamada a la prudencia a la hora de juzgar y a vivir siempre la caridad con el prójimo.
J. EUGUI
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