lunes, 5 de agosto de 2013

¿Cuál es la profesión más feliz?

   
   En el año 2011, la prestigiosa revista Forbes publicó un artículo con los resultados de un cuidadoso estudio. Según diversos criterios, se evaluaba el nivel de satisfacción que dan las distintas profesiones, y se señalaban las diez en las que la gente está más feliz y las diez en que está más infeliz.

Los resultados fueron absolutamente imprevisibles. Puesto número uno: la profesión más satisfactoria, ser clérigo. Muchos se sorprendieron por este dato... otros, no tanto. A continuación se hallan los bomberos, y completan la lista los maestros de educación especial, escritores, artistas, profesores... Empleos de renta baja y de mucho trato personal.


En contraste, las profesiones más odiadas del planeta son altamente remuneradas. No las voy a detallar, no vaya ser que ese sea tu trabajo y se quebrante en algo tu buen ánimo...

El autor del artículo se preguntaba la razón escondida de estas diferencias. Evidentemente, el dinero no es la causa de la felicidad: si el estudio demuestra algo, es justamente lo contrario. Lo que acomuna a las profesiones más altamente satisfactorias es la dedicación (directa) a los demás, el cuidado de los otros.

Detengámonos un momento en silencio a considerarlo: nada más atractivo que vivir para los demás. Forbes –que no es precisamente una revista de espiritualidad– lo sugiere. Cristo lo dijo explícitamente hace veinte siglos. Quien viva para encontrarse a sí mismo se perderá, y quien trabaje y se divierta y exista para Dios y para los demás se encontrará. No es extraño. En una entrevista, san Josemaría afirmaba: «¿Para qué estamos en el mundo? Para amar a Dios, con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma, y para extender ese amor a todas las criaturas». A veces lo damos por supuesto, y por eso este santo añade enseguida: «¿O es que esto parece poco?»[4]. No, no es poco. Lo que da sentido a la vida es el amor, y, como escribió Benedicto XVI en su primera encíclica, «el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro»[1].

Vivir para los demás, preocuparse y ocuparse de los demás: esta es la única tarea que verdaderamente merece la pena. Fue así siempre, y es así ahora. No parece que vaya a cambiar.

[1] Benedicto XVI, Deus Caritas est, 6.

Fulgencio Espá, Con El, agosto 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario