sábado, 31 de mayo de 2014

La belleza de la lengua anglosajona

   
   Cuentan que Oscar Wilde fue invitado a una reunión donde se congregaban literatos y personalidades de renombre movidos por el noble deseo de rendir homenaje a la lengua inglesa. 

 Su exposición debería ser, aproximadamente, de dos horas ensalzando el idioma de Shakespeare. Oscar Wilde se preparó con profusión una declamación preciosa y científicamente exigente sobre la belleza de la lengua anglosajona.

Comenzó el convenio. Primero habló el presidente de la organización. Luego, un delegado. Después, un secretario. Presentaciones y más presentaciones; una dificultad en el horizonte: el tiempo se consumía en la verborrea de los diversos oradores, sustrayendo a Wilde, segundo a segundo, su oportunidad.


Habían transcurrido, como quien no quiere la cosa, una hora y cincuenta y dos minutos. Fue entonces cuando se introdujo al gran invitado, Oscar Wilde, que disponía de cuatrocientos ochenta segundos para su esforzado discurso.

El ponente miró con estupor al sujeto más próximo de la mesa presidencial: ¿cómo esperáis que hable de la lengua inglesa, su belleza, su historia, en ocho minutos? El flemático inglés interpelado por Wilde le miró con sosiego y respondió, en idéntico tono de voz: sencillamente hablando muy despacio. Trate usted de hablar muy despacio.

Tras la crisis económica que la humanidad viene padeciendo desde hace varios años hay una grave crisis de valores. Hagamos como Oscar Wilde. Pero en nuestro caso, no con la lengua sino con los valores. No nos cansemos de enseñar con la palabra y el ejemplo la belleza de los valores humanos y cristianos necesarios para revitalizar la sociedad. Y llevemos a todos los ambientes la alegría de Jesucristo: "Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. 

   La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría" Papa Francisco, Evangelii Gaudium

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