viernes, 30 de mayo de 2014

Per aspera ad astra



    Per aspera ad astra!: ¡por el camino áspero, a las estrellas! Este es el lema de la Royal Air Force inglesa, responsable de algunas de las acciones militares aéreas más importantes de la historia. 

   De ella W. Churchill decía que nunca en el campo de los conflictos humanos, tantos debieron tanto a tan pocos. Su lema trata de transmitir que no es fácil el camino de lo excelente.


Si queremos llegar a amar a Dios sinceramente, es necesario que hagamos el esfuerzo de comprender que el camino no es cuesta abajo: al contrario, es de subida, y es difícil. Pero merece la pena.
Cristo ilustra esta necesidad del esfuerzo en la dificultad en el evangelio. 

Asimismo, nos habla de la desmesura del premio que recibiremos si perseveramos. El ejemplo es bien concreto y se explica por sí mismo: «La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre» (Jn 16, 21).

Busca el camino arduo. Pide ayuda a Dios para que no te dejes llevar por lo fácil: Per aspera ad astra! Bien sabe Dios que eres fácil de engañar: reconoce tu debilidad ante el Todopoderoso. Dile que te gustaría ser más fiel, más sacrificado, más entregado... pero que te pesa la pereza, la comodidad, la sensualidad.

Sí. No dejes de hablarle, que te escucha. Cuéntaselo: que después de tantos años de seguimiento, de práctica de sacramentos, de ratos de oración... sigues dudando de Él.

Estás cansado de ver cómo la vida de los malos es –tarde o temprano– un fracaso; el corazón del hombre no se puede llenar con «cosas» –por grandes y fastuosas que sean–, lo sabes perfectamente. Conoces igualmente bien que todas esas cosas que pasan por la cabeza y que son ajenas a tu camino (otro chico, otra chica, el desenfreno, el consumismo incontrolado) te llevarían a la perdición, al «hoyo», al frío y a la oscuridad de una vida sin chispa. Lo has visto mil veces en amigos y compañeros tuyos. Se fueron gritando «¡libertad!», y volvieron a los pocos años como esclavos de sus pecados, de sus vicios: anulados para una vida que merezca la pena. Con todo, de vez en cuando, sigues también tú esas «cosas»...

No te desanimes. Humíllate ante Dios. Reconoce que eres barro: barro del malo, que no sirve de mucho. Dios nos mira con ternura cuando oramos así, porque sabe que nos cuesta perseverar en el camino áspero. Por eso está muy dispuesto a darnos su gracia, a darnos su fuerza.

Pídeselo: ayúdame, Señor, a perseverar en el camino –siempre arduo– del amor, y enséñame nuevos horizontes de entrega, aunque sean costosos. Ya lo sé: per aspera ad astra! Y estoy dispuesto.

Fulgencio Espá
EVANGELIO

San Juan 16, 20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: —«Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».

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