martes, 3 de noviembre de 2015

Una radiografía de Nueva York

En esa radiografía de Nueva York que es La hoguera de las vanidades, Tom Wolfe nos cuenta que cada año eran detenidas en el Bronx cuarenta mil personas entre las que había de todo: incompetentes, subnormales, psicópatas, alcohólicos, payasos y buenas gentes, todos ellos detenidos por algún tipo de enfurecimiento terminal. Pero había también otros tipos de quienes lo mejor que podía decirse era que se trataba de seres vilmente malvados.

Por lo que sabemos, con frecuencia elegimos mal. Se dice que hemos inventado la música de cámara, pero también la cámara de gas, y que estamos obligados a elegir, pero no estamos obligados a acertar. De ahí que sea necesaria una brújula que nos oriente en el confuso y agitado mar de la vida: eso es la ética. Y por esa razón, si el homínido se convierte en homo sapiens, no le queda más remedio que convertirse en homo ethicus. Es decir, no le queda más remedio que diseñar un mundo habitable. 

Algo que requiere elegir bien para no acabar mal; respetar la realidad; respetarse a sí mismo; abrir los ojos y aprender a mirar; superar la ley de la selva; no ser lobo para el hombre; usar la brújula y el mapa; saber que el terreno está minado; estar dispuesto a sufrir. En resumen: sostener un esfuerzo inteligente al servicio del equilibrio personal y social. Y si se quieren emplear palabras diáfanas: hacer el bien y evitar el mal.
José Ramón Ayllon

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