sábado, 7 de noviembre de 2015

Mangiare adagio e masticare bene

Villa Palazzola
La historia de Villa Palazzola, en Rocca di Papa, junto a la Urbe, es larga de contar. Actualmente es conocida porque los seminaristas del colegio inglés de Roma hacen allí sus ejercicios espirituales.

No siempre tuvo tan eclesiástica finalidad. En concreto, durante el período previo a la primera guerra mundial, el palazzo fue una clínica que procuraba reintegrar personas en dificultad, especialmente alcohólicos. El Doctor Carlo Arnaldi decoró las paredes del comedor con múltiples axiomas, de entre los cuales ha sobrevivido uno que aún hoy se puede contemplar escrito en letras grandes en el refectorio: Mangiare adagio e masticare bene (comer despacio y masticar bien).

En la tarea de la formación son decisivas ambas cosas: ir despacio y pensar bien las cosas. El riesgo de nuestra sociedad es estar informado de muchísimas cositas y no estar formado en ninguna.

Para profundizar en algo y avanzar en el camino de la formación, es decisiva la constancia: un libro, una lectura, diez minutos todos los días, y una hora un día a la semana o en verano; al mismo tiempo, un buen tutor o una persona que aconseje bien y a quien sea posible exponerle tus dudas de fe, o simplemente las preguntas que se te vayan ocurriendo. Alguien a quien acudir sin vergüenza ninguna, sin recato.

Masticare bene, o, lo que es lo mismo, pensar muy bien lo que se lee: escribir las propias conclusiones en un cuaderno, meditarlas en diversas circunstancias, hacer preguntas sobre lo que se ha leído y procurar contestarlas, evitar eso de llegar a conclusiones precipitadas. 

En definitiva, pensar la fe considerando que la posición de la Iglesia tiene dos mil años: buscar con tiempo y sin prisa la racionalidad de los argumentos que el Catecismo de la Iglesia nos propone.

La buena formación se asemeja a la petición de la Samaritana: danos siempre de esa agua. Será ahora, como entonces, cuando Cristo nos animará a acercarnos a Él y a su Iglesia, enseñándonos a olvidarnos de todas las cosas extrañas que nos alejan de la doctrina verdadera.

Fulgencio Espá

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