martes, 7 de febrero de 2017

Kayombo, el niño congoleño que camina 13 kilómetros para leer

Envuelto en papel de regalo y con una nota que ponía mi nombre, al abrir el paquete que venía de España me encontré con el libro Andanzas del impresor Zollinger, de Pablo d’Ors. 
Es, sencillamente, precioso. Estar enfrascada en la lectura de Las crónicas de Narnia, no poder soltar de las manos la Historia del rey transparente, viajar al espacio con los sueños rotos del Diario de Praga de Petr Ginz… los libros se escancian en la vida como el mejor vino. Y uno de los recuerdos más bonitos de mi infancia es una casa llena de libros.
Ser librero, según José Saramago, es estar enamorado de por vida. Y alguien que disfruta leyendo también anda un poco así. Los libros, como dijo una vez Paul Auster, nos permiten dialogar con personas que de otro modo no conoceríamos nunca. Nos abren horizontes y nos permiten romper el espejo, como expresó con fuerza Harold Pinter.

Por eso, desde hace dos años, existe aquí en Kanzenze un programa apoyado por todas las familias del instituto para dar refuerzo de lectoescritura a los alumnos con dificultades, ya que el sistema educativo estatal no prevé ningún apoyo para los alumnos de Secundaria y muchos chicos procedentes de la Enseñanza Primaria nos llegan con problemas de comprensión lectora que afectan gravemente a su proceso de aprendizaje. Desde que impulsamos esta actividad, muchos niños con dificultades han mejorado su nivel y se están adaptando mejor al sistema escolar, se sienten más felices e integrados y podrán permanecer en el instituto sin problemas. Y no solo eso, tenemos un servicio de biblioteca todas las tardes, de lunes a sábado. Es una gozada ver disfrutar a los chicos y chicas con La bella y la bestiaEl niño negro, los cómics de Tintín, las aventuras de Kiriku, las novelas de Zamenga Batukezanga… Kayombo no estudia en nuestro colegio, pero hoy ha recorrido 13 kilómetros a pie para hacerse socio de la biblioteca.
Como dice la escritora nigeriana Chimamanda Adichie, somos muy vulnerables e influenciables ante una historia. Por eso, cuantos más horizontes se nos abran, mejor. Creo, como ella dice, que las historias importan. Las historias se han usado para despojar y calumniar, pero las historias también pueden dar poder y humanizar. Las historias pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden reparar esa dignidad rota.
Hay que enseñar a los niños a leer para que disfruten, para que se les abra un mundo nuevo, para que puedan acceder al conocimiento, a la magia de la vida, a la poesía inherente a la existencia de todo ser humano…, para que, como dice la poetisa Mary Oliver, no terminen la vida simplemente «habiendo visitado este mundo», sino como «una novia desposada con el asombro» o como «el novio que tomó el mundo en sus manos».
Victoria Braquehais
Religiosa de la Pureza de María. Misionera en la República Democrática del Congo
alfayomega.es

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