sábado, 7 de abril de 2018

«Sujeté con mis manos la escotilla de la estación espacial Mir para no morir» Alexander Lazutkin Cosmonauta ruso

Sobrevivió a uno de los accidentes más graves ocurridos en el espacio durante su primer vuelo en 1997 Ante una emergencia «Lo que se pone en marcha es un mecanismo de supervivencia. Toda la energía se dirige a intentar salvar la vida» Asumir riesgos «Volar al espacio es hoy igual de peligroso que antes. Un meteorito de solo diez centímetros es capaz de atravesar la estación espacial» 

 El cosmonauta ruso Alexander Lazutkin (Moscú, 1957) se enfrentaba a su primer vuelo espacial en febrero de 1997 cuando se le ocurrió preguntar a sus colegas más veteranos a cuántas situaciones de emergencia podría enfrentarse en la ya desaparecida estación espacial Mir, donde estaría en órbita durante seis meses. 

Por estadística, le dijeron cuatro o cinco, seis como máximo. Pero durante los tres primeros días, Lazutkin y sus dos compañeros, el ruso Vasili Tsibliev y el estadounidense Michael Foale, sufrieron tres. En la primera semana se produjo un incendio. «Eso fue muy grave, valía por dos, así que pensé que el resto del vuelo sería muy tranquilo», explica el que entonces era ingeniero a bordo. Nada de eso. Se les rompió un sistema de producción de oxígeno y el de extracción de gas, falló la electricidad varias veces e incluso el cuarto de baño les dio problemas. Y después llegó el choque. 

En junio, una nave de carga Progress M-34 se empotró contra un módulo de la plataforma orbital y provocó su despresurización. La tripulación logró salir viva del peor accidente ocurrido a casi 400 km sobre la Tierra, una historia increíble que Lazutkin ha contado en una conferencia en el Planetario de Madrid organizada por la Obra Social La Caixa y el Centro Ruso de Ciencia y Cultura. —Su vida corrió peligro en la Mir. ¿Cómo se vive algo así cuando se sabe rodeado de la nada más absoluta? —Por supuesto, me asusté. Pero cuando superamos el primer fuego, surgió en mí la convicción de que podríamos superar cualquier cosa. 

Y llegué a la conclusión de que todo depende de la tripulación. Nos hicimos menos dependientes del puesto de mando en Tierra. —El choque con la nave Progress. En la pantalla salió la señal de que empezaba la despresurización. ¡El aire se iba! Incluso lo notamos en los oídos, como cuando despega un avión. Lo primero que hicimos fue determinar en qué sitio se había producido el choque. Oímos por donde se escapaba el aire y detectamos la fisura en uno de los módulos de la estación. (El módulo científico Spektor). —Intentó cortar unos cables con un cuchillo para llegar al agujero. —Es cierto. Al borde del abismo, no tenía tiempo de ver dónde estaban las conexiones, así que cogí una navaja suiza y empecé a cortar. 

Pero el lugar estaba repleto de tendidos eléctricos y maquinaria, no se podía llegar a la pared. Entonces tomamos la decisión de aislar el módulo. En ese momento, el aire empezó a circular por la estación. En el módulo, se fue por completo. —¿Por qué se produjo el choque? —Era un experimento. Las naves de carga vuelan sin tripulación y son dirigidas por un ordenador que las acopla. Pensamos que si ese ordenador se rompía, los suministros podrían perderse, así que intentamos dirigir la nave desde la estación. Esto ya se había hecho antes desde 20 metros y 120 metros, pero nosotros empezamos desde 5 km. Pronto nos dimos cuenta de que no teníamos información fiable de la velocidad ni de la distancia de la nave. 

Esta fue una de las causas. —Debió de sentir un miedo atroz. —Éramos conscientes de la emergencia, pero estábamos tranquilos porque podíamos actuar. Eso sí, tras tomar todas las medidas, cuando nos sentamos y asimilamos lo ocurrido, nos dimos cuenta de que si la nave hubiera chocado un poco más abajo, el módulo se habría desprendido y habríamos muerto de forma irremediable. Entonces sí que sentimos pánico. Pero estábamos vivos, la estación funcionaba, para qué sufrir. —¿No le temblaba todo el cuerpo? —Sí (risas). 
Es un escape emocional. Después del choque, sujeté muy fuerte con las dos manos la escotilla mientras el comandante indicaba la presión. Solo la solté cuando se había restablecido. Entonces me di cuenta de que me temblaba el dedo, la mano... y ese temblor me fue recorriendo todo el cuerpo. —Es algo terrorífico, pero por su reacción fue condecorado como un héroe. —Sí, y no estamos preparados para algo así. Cuando ocurren cosas tan graves, lo que se pone en marcha es un mecanismo de supervivencia. Toda la energía se dirige a intentar salvar la vida, no te da tiempo a pensar en nada más.


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Juan Ramón Domínguez Palacios / http://anecdotasypoesias.blogspot.com.es

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