Napoleón Bonaparte fue uno de los emperadores más poderosos de Europa.
Sus ejércitos triunfaban en todas partes. Napoleón quiso que el Papa Pío VI se sometiera a su voluntad.
Pero el Papa no cedió a los caprichos del Emperador.
Roma fue ocupada por Napoleón. Este empezó una persecución contra cardenales y prelados.
El Papa Pío VI se vio obligado a lanzar una bula de excomunión contra el Emperador.
Este, ensoberbecido por sus victorias, confinó al Papa en la ciudad de Savona, y después lo llevó a París y le encerró en Fontainebleau.
Napoleón decía que él era el más fuerte y poderoso, y que el Papa era el más débil de los hombres.
El Papa llevó en el destierro una vida de doloroso calvario.
Pero Dios estaba con su Vicario en la tierra.
Napoleón vino a España a conquistarla, y fue totalmente derrotado.
Fue a la conquista del imperio ruso con 700,000 hombres.
Al llegar sus ejércitos a Moscú, las tropas del emperador hallaron la ciudad pasto de las llamas.
El frío y las nieves invernales derrotaron al poderoso ejército de Napoleón.
Más de 500,000 soldados de Napoleón quedaron sepultados entre las nieves de Rusia.
El ejército Imperial se vio sin alimentos, ni pertrechos.
En una sola noche, el frío invernal mató a doce mil soldados.
El ejército tuvo que aguantar y sufrir temperaturas de 40° grados bajo cero.
Al atravesar el río Beresina, que se hallaba helado, parte del ejército se hundió en él, por lo quebradizo de su hielo.
En aquel instante, llegaron los fieros cosacos a caballo y armados con sus terribles lanzas hicieron en la retaguardia del ejército napoleónico una espantosa carnicería.
Napoleón tuvo que abandonar Rusia y se vio obligado a huir solo a París.
Más tarde, en la batalla de Waterloo, Napoleón fue derrotado y se vio obligado a abdicar.
Fue hecho prisionero.
Intentó huir a América, pero no pudo: se encontró con que estaba abandonado de todos.
Los ingleses lo llevaron prisionero a la Isla de Santa Elena, situada en el Atlántico.
Napoleón, en la Isla de Santa Elena, recordaba con dolor y pena las duras horas que hizo pasar al anciano Papa Pío VI.
Allí, en la Isla, junto a la orilla del mar, contemplaba silencioso la inmensidad del océano.
No había esperanzas de volver a su amada Francia.
En 1821 Napoleón moría cristianamente.
Todas las victorias de Napoleón, de aquel coloso que se atrevió a enfrentarse con el Papa y hacerle prisionero, quedaron enterradas en la Isla de Santa Elena.
Hoy la Iglesia sigue triunfando de sus enemigos. Y es que la Iglesia Católica es divina.
Quizás sirva esta anécdota histórica para comprender la misión del Papa en la Iglesia.
anecdonet.com
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