sábado, 6 de febrero de 2010

SOY ATEO, ¡AYÚDEME!


París. Parque de los Príncipes.

Un universitario logra acercarse al Papa y le grita: “soy ateo, ¡ayúdeme!”
El Papa se le acercó. Hablaron a solas unos instantes. De regreso a Roma recordó a ese chico y le dijo a su secretario, don Estanislao:

—Podía haberle ayudado mejor. Quizá todavía se puede hacer algo por él.
Escribieron a París. La respuesta fue algo así como “lo intentaremos pero va a ser más difícil que encontrar una aguja en un pajar”. Sin embargo, al final se localizó al joven y le dijeron:
—El Papa quiere que sepas que reza diariamente por ti y está preocupado porque quizá no resolvió tu problema.

—Bueno, replicó el muchacho, al salir de allí fui a una librería y compré el Nuevo Testamento, como él me dijo. Nada más abrirlo, encontré la respuesta que buscaba. Díganselo al Papa. Ya me preparo para mi bautismo.

M.A. Velasco, Juan Pablo II, ese desconocido, p.56.

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