lunes, 17 de octubre de 2011

Joaquina, una más de la familia

LA EMPLEADA DEL HOGAR

   Joaquina era la mujer que ayudaba en casa.
Estaba normalmente en la cocina, si no limpiaba algún lugar de la casa.
Tenía una pequeña habitación con su baño.
Había llegado de su pueblo desde que era una niña.
Cuando había un evento familiar, Joaquina gozaba.
Cuando ocurría una desgracia, Joaquina lloraba.
Ella tenía sentido común aunque tenía pocas letras. Su escarpada firma no mentía.
Pero estaba ahí.
Siempre estuvo ahí. Se hizo mayor. Un día dejó de respirar pelando patatas.
Aunque era de la familia siempre me ha quedado el resquemor de que debíamos haber sido más cariñosos y comprensivos con ella.
Su vida se dedicó entera a nuestro servicio.

Ahora las reflexiones...

   “¡Es una cosa de primera importancia el trabajo en el hogar! Por lo demás, todos los trabajos pueden tener la misma calidad sobrenatural: no hay tareas grandes o pequeñas; todas son grandes, si se hacen por amor. Las que se tienen como tareas grandes se empequeñecen, cuando se pierde el sentido cristiano de la vida. En cambio, hay cosas, aparentemente pequeñas, que pueden ser muy grandes por las consecuencias reales que tienen”.San Josemaría Escrivá de Balaguer  

    Llevo años buscando una oportunidad  para agradecer públicamente el trabajo profesional de las empleadas de hogar. Y hoy, días después de que mi gran colaboradora, mi gran aliada,  y mi gran amiga, nos haya dejado para ir a descansar al cielo, considero un deber de justicia y gratitud reconocer el valor que tiene esta profesión del trabajo doméstico. Ella está en el cielo y Dios con ella. Ha servido a los demás hasta la última gota de su vida, exprimida como un limón, atenta siempre a quienes más la necesitaban, con lealtad y alegría, sin guardarse nada para sí misma.

    Estoy convencida de que el Señor al verla llegar  le susurró al oído con una gran sonrisa: "Está bien, sierva buena y fiel, puesto que has sido fiel en lo poco , te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor". Es verdad que el trabajo en el hogar esta poco reconocido y valorado socialmente. Pero es “un oficio - solía decir San Josemaría Escrivá de Balaguer - de trascendencia muy particular, porque se puede hacer con él mucho bien o mucho mal en la entraña misma de las familias”. 

   Es más, añadía: “A través de esa profesión —porque lo es, verdadera y noble— influyen positivamente no sólo en la familia, sino en multitud de amigos y de conocidos, en personas con las que de un modo u otro se relacionan, cumpliendo una tarea mucho más extensa a veces que la de otros profesionales”. 

   Decía Juan Pablo II a cinco mil empleadas de hogar el 29 de abril de 1979: “Vuestro trabajo de colaboradoras familiares: ¡No es una humillación vuestra tarea, sino una consagración!” Y añadía:
“Efectivamente, vosotras colaboráis directamente a la buena marcha de la familia; y ésta es una gran tarea, se diría casi una misión, para la que son necesarias una preparación y una madurez adecuadas, para ser competentes en las diversas actividades domésticas, para racionalizar el trabajo y conocer la psicología familiar, para aprender la llamada “pedagogía del esfuerzo”, que hace organizar mejor los propios servicios, y también para ejercitar la necesaria función educadora.
 Es todo un mundo importantísimo y precioso que se abre cada día a vuestros ojos y a vuestras responsabilidades”.
......
    ¡Por eso, hoy- como decía Juan Pablo II con el que me identifico-, va mi aplauso a todas las mujeres comprometidas en la actividad doméstica y a vosotras, colaboradoras familiares, que aportáis vuestro ingenio y vuestra fatiga para el bien de la casa!”

ANECDONET

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