domingo, 1 de diciembre de 2013

Un cesto de rosas

Bajo su estatua en piazza Spagna, que la representa encima de una columna como Inmaculada, el pueblo romano rinde homenaje a la Virgen cada ocho de diciembre llenando la plaza con su oración y afecto filial. Colegios, parroquias, asociaciones y una multitud de fieles se dan cita bajo la columna para rezar a la Madre y pedirle su ayuda para perseverar en el camino de la fe.

Desde hace ya muchos años, los Papas han querido unirse a este sentimiento filial y se acercan a la imagen en su fiesta para ofrecerle un cesto de rosas. «Estas flores –decía Benedicto XVI en aquella ocasión– indican nuestro amor y nuestra devoción: el amor y la devoción del Papa, de la Iglesia de Roma y de los habitantes de esta ciudad, que se sienten espiritualmente hijos de la Virgen María. 


Simbólicamente, las rosas pueden expresar cuanto de bello y de bueno hemos realizado durante el año, porque en esta cita ya tradicional quisiéramos ofrecerlo todo a nuestra Madre, convencidos de que nada podríamos haber hecho sin su protección y sin las gracias que diariamente nos obtiene de Dios»  Benedicto XVI, Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Lunes 8 de diciembre de 2008.

Fulgencio Espá



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