La fachada de la basílica de la Natividad en Belén deja adivinar aún hoy el rastro de su antiguo portal, que con el tiempo se redujo a una puertecita de apenas un metro y medio de altura.
Así se impedía que se pudiera entrar a caballo, y se protegía el lugar santo. Las reducidas dimensiones de esta puerta interpelan también al visitante actual: le dicen, sin palabras, que «debemos bajarnos, ir espiritualmente a pie, por decirlo así, para poder entrar por el portal de la fe y encontrar a Dios, que es diferente de nuestros prejuicios y nuestras opiniones: el Dios que se oculta en la humildad de un niño recién nacido»(Benedicto XVI)
Juan Ramón Domínguez Palacios
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