Érase un ciego que escondió cierta cantidad de dinero al pie de un árbol, en un campo propiedad de un rico labrador. Volvió poco después a cerciorarse de que lo tenía allí y encontró el hueco vacío.
Fingiendo un encuentro casual, el ciego dijo al rico:
-¿Sabe, amigo? Tengo cierta cantidad de dinero escondida en un lugar seguro. Ahora acabo de reunir otra cantidad igual y querría saber si debo esconderla con la primera o en sitio distinto
-Si tan seguro es ese primer lugar -respondió el rico labrador-, sería lo más cuerdo que depositarais en él todo vuestro dinero.
Apenas se hubieron despedido, el labrador corrió a devolver el dinero al lugar, pensando apoderarse de todo; llegó el ciego y recuperó lo que era suyo.
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