La gata tenía dos gatitos pequeños que estaban empezando a comer. Un día, mi padre observó que traía en la boca algo que parecía un animal, pero se trataba de un animal muy raro porque por un lado se veían plumas y por el otro un rabo largo desprovisto de plumas.
La gata llegó, soltó el bocado y cayeron al suelo un gorrión y una lagartija. Dió unos maullidos de llamada y aparecieron sus dos gatitos. Uno empezó a comer el pájaro y el otro la lagartija. La madre, sentada sobre sus cuartos traseros observaba el festín disfrutando del espectáculo.
No pudo cazar los dos animales a la vez. Así que cazó uno primero y lo escondió. Después cazó el segundo y fue a recoger a la primera presa y con las dos en la boca apareció en escena. Pensó, si traigo uno sólo, los gatitos pelearán queriendo comer los dos a la vez.
Así que esperó a tener dos y llegó, llamó, soltó uno a uno y luego otro a otro gatito y se sentó a ver como sus hijitos practicaban con sus colmillos sin estrenar. Posiblemente con su estómago vacío. Bonita lección de amor y de observación.
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