jueves, 11 de junio de 2020

Happy Birthday en una UCI

El 8 de abril Javier volvió a nacer. Pero no en un paritorio, sino en una UCI. Ese día recuperó la consciencia y la capacidad de comunicarse gracias a un tubo colocado en la traqueotomía que le habían practicado para salvarle la vida. Ese día era su cumpleaños. Las enfermeras fabricaron globos con guantes quirúrgicos y le cantaron ‘Happy Birthday’ al llegar la medianoche. Nunca lo olvidará. Llevaba casi un mes inconsciente en la UCI. La mitad de ese tiempo, sedado.



Sus recuerdos se pierden el 12 de marzo, cuando ingresó con fiebre en la Clínica de la Universidad de Navarra en Madrid, después de su sexta sesión de quimioterapia. Javier es filósofo y profesor universitario, vive en un centro del Opus Dei, y cuando se contagió acababa de completar un tratamiento para reducir un tumor en el colón y poder extirparlo. Sus defensas estaban muy mermadas. Su médico le había dicho que se cuidase, que se encontraba en su ‘nadir’, el punto de mayor vulnerabilidad de toda su vida. Y entonces llegó la COVID-19.
“No recuerdo nada, aunque sé que estuve a punto de ser desahuciado un par de veces. Pero gracias a Dios, siguieron invirtiendo en mí. Pusieron imaginación y buscaron casos similares tratados en Italia: decidieron darme la vuelta cada ocho horas para que pudiera seguir respirando, además de hacerme la traqueotomía”, relata.
SU MÉDICO LE HABÍA DICHO QUE SE CUIDASE, QUE SE ENCONTRABA EN SU ‘NADIR’, EL PUNTO DE MAYOR VULNERABILIDAD DE SU VIDA
Pasó 35 días en la UCI. Perdió 20 kilos y se llenó de heridas. Se quedó sin masa muscular. Sufrió un neumotórax y acabó con una capacidad pulmonar del 30 por ciento. Parecía un cristo, amarrado a su cama, al respirador y a las máquinas de constantes vitales. Pese a que estuvo a punto de morir varias veces los médicos y enfermeras siguieron invirtiendo en él.
Mientras, cientos de personas rezaban por su vida. “Entre mis conocidos, comenzó a haber muchos mensajes sobre cómo me encontraba, pidiendo oraciones para que saliera adelante. La cadena fue creciendo y me han contado que ha rezado gente por mí en Estados Unidos y en Kenia -donde he viajado mucho anteriormente-, católicos y personas de otras confesiones, hasta un pastor protestante”, relata.
Los días los pasaba sumido en la inconsciencia, mezclando sueño y realidad. Imaginó que en lugar de enfermeras con EPI’s de color verde le atendían unas aguerridas mujeres italianas vestidas de negro. Se vio incluso a sí mismo en un lugar paradisiaco repleto de risas infantiles, donde parecía esperarle la felicidad de un amor sin defecto. Se le dio a elegir entre quedarse allí o regresar a su mundo imperfecto, donde le esperaba el proyecto que dirige en Kenia para dar alimento y escuela a 300 niños mendigos. Recordó, además, que tenía pendiente pedir perdón a alguien a quien había hecho daño. Eligió volver. Era su 51 cumpleaños.
JAVIER TRABAJA YA EN LA CAMPAÑA DE FONDOS PARA SOSTENER A SUS CHICOS MENDIGOS DE KENIA
“Tengo miedo de olvidar que esto es una segunda oportunidad. Estamos aquí para vivir una vida plena de sentido, para dar importancia a lo valioso, y no a lo accesorio. Ha sido una experiencia impresionante, sentir la fuerza de la comunión de los santos, que no estoy solo; ser signado con el óleo en la unción de enfermos. Me sentí realmente protegido”, reflexiona.
Mientras recupera fuerzas y se prepara para operarse del tumor, Javier trabaja ya en la campaña de fondos para sostener a sus chicos mendigos de Kenia. Muchas personas siguen aportando ayudas, también en medio de la pandemia. El proyecto se llama Karibu Sana, que en suajili significa ‘Bienvenido’.
opusdei.es

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