miércoles, 8 de diciembre de 2010

TABLA DE SALVACIÓN

          Era un hombre grandullón, alto como una torre, fornido, y lloraba desconsolado como un niño pequeño. ¡A veces la vida es dura, casi cruel! Estaba el hombre tan desesperado que pensaba que ya no le quedaba ningún asidero en su vida. 

          Le escuchaba un sacerdote, que trataba de encontrar algo bueno en que apoyarse -ya era bastante haber conseguido que charlara con él-,  pero la existencia de aquel hombre era un cúmulo de tonterías, de desastres, de hechos lamentables, nada parecía "aprovechable" a primera vista. De pronto, al  hombrachón le brillaron los ojos:

          -Bueno, sí, algo valioso puede ser que haya hecho en la vida: jamás dejé de rezar a la Virgen María, tal como me enseñó mi madre. Creo que en medio de tanta basura siempre la he querido. 

          Ya había encontrado el sacerdote la tabla que andaba buscando, para que el otro pudiera asirse y salir a flote en medio de aquel oleaje que amenazaba con hundirlo y aniquilarlo. Seguramente era el amor a María el que había propiciado aquella conversación. Y salió adelante el atribulado. Se cumplió una vez más aquello de San Efrén: "Ella es la esperanza de los desesperados".

J. EUGUI
          Bonita anécdota para este día. Agarrémonos siempre a esta tabla y agradezcamos a Santa María sus desvelos por nosotros.
 

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