jueves, 16 de diciembre de 2010

LA CAJA FUERTE DE LAS CONCIENCIAS: EL SIGILO SACRAMENTAL

   Por virtud de este hermético si­gilo, un sacerdote viene a ser como la caja fuerte de seguridad de las conciencias que se le han confiado, la inviolable caja de caudales de las intimidades del alma que se le abren en la confesión. Secreto obligante éste, que acompañará al confesor... hasta la tumba.

   Entre las notas tomadas por D. Javier -Echevarría, algunas se refieren a este punto, punto fuerte, onus et honor, carga y honor, del sigilo de la confesión. En agosto de 1955, le oye decir a San Josemaría: Todos hemos experimentado una alegría muy grande cuan­do estamos con alguna preocupación y hemos podido abrir el alma con un amigo, bien preparado, que nos escucha con cariño y nos aconseja. 

   Nos fiamos de él, seguros de que no hablará de lo que nos preocupaba, porque le hemos mostrado esa confian­za de abrir nuestra alma. Además, como es amigo con doctrina, sabe que está obligado a guardar ese secreto natural. Pues, si eso nos ocurre con un amigo bueno de la tierra, pensad qué paz y qué alegría nos dará confiarnos con el Amigo, en la confesión: porque Jesús nos comprende, nos ayuda, nos resuelve los pro­blemas y, además, nos perdona. 

   Y el secreto de nuestra confi­dencia en la confesión es todavía más absoluto: se queda entre Él y la persona que le habla. Bendito mil veces el sigilo sacra­mental! Yo os aseguro que todos los sacerdotes del mundo lo guardan celosamente y lo aman, porque así lo quiere Dios (...). Es bueno pensar que las penas gravísimas que ha puesto la Igle­sia para el que lo viola son algo muy justo. A mí, esas penas, más que al temor, me llevan a afinar en cuidar todo lo que se re­fiere a la confesión, porque me hacen pensar que el Señor ha querido que seamos tan delicados en nuestro modo de actuar que, ni siquiera de lejos, se roce lo que hemos oído en la confesión.

PILAR URBANO, EL HOMBRE DE VILLA TEVERE

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