No te traigo el ejemplo de un héroe del siglo XIII. Te pongo el ejemplo de una joven catalana de nuestro tiempo, de hace unos días.
Este es el ejemplo de una chica que sonríe para que pase inadvertido su dolor.
Le gusta la música, el canto, los bailes populares. La sardana la baila como ninguna. Y sobre todo le gusta el contacto directo con la Naturaleza. Tiene diecisiete años. Le encantan las excursiones. Su alegría es contagiosa. A su lado nadie puede estar triste.
¿Cómo entristecerse por pequeñas cosas cuando soporta los mayores sufrimientos con una sonrisa amable? No te lo he dicho... pero esta chica está condenada a muerte. El sarcoma en su pierna izquierda es mortal a corto plazo.
Es tal su serenidad y su alegría ante la muerte, que sus padres temen que se le haya olvidado que va a morir pronto. -¡Montse' -le ha preguntado su madre-, ¿es que crees que te vas a curar?
-No -contesta.
Sabe que todos los remedios médicos han fracasado.
-Pido a Dios que me dé fuerzas para ser fiel hasta el último momento.
En medio de aquellos sufrimientos sin cuento dice en otra ocasión:
-Abrid las persianas bien abiertas; quiero tener luz, que esté todo bien alegre. Por qué no cantamos algo?
A nadie le sale la voz. Su madre fue la primera en ponerse a cantar. Su padre, con lágrimas en los ojos, hacía como que leía el periódico para disimular. Montse se dio cuenta y le dijo:
-Papá, que no te oigo, quiero que estéis alegres.
Dios le concedió lo que da a todas las almas que saben servir a los demás: la alegría, una alegría grande. Ah, pero no te he dicho lo mejor. Esta chiquilla alegre, contenta, de buen humor, cariñosa, generosa, murió en Jueves Santo, en Barcelona, hace unos años. Y poco después se abrió el proceso de Beatificación.
Este es el ejemplo de una chica que sonríe para que pase inadvertido su dolor.
Le gusta la música, el canto, los bailes populares. La sardana la baila como ninguna. Y sobre todo le gusta el contacto directo con la Naturaleza. Tiene diecisiete años. Le encantan las excursiones. Su alegría es contagiosa. A su lado nadie puede estar triste.
¿Cómo entristecerse por pequeñas cosas cuando soporta los mayores sufrimientos con una sonrisa amable? No te lo he dicho... pero esta chica está condenada a muerte. El sarcoma en su pierna izquierda es mortal a corto plazo.
Es tal su serenidad y su alegría ante la muerte, que sus padres temen que se le haya olvidado que va a morir pronto. -¡Montse' -le ha preguntado su madre-, ¿es que crees que te vas a curar?
-No -contesta.
Sabe que todos los remedios médicos han fracasado.
-Pido a Dios que me dé fuerzas para ser fiel hasta el último momento.
En medio de aquellos sufrimientos sin cuento dice en otra ocasión:
-Abrid las persianas bien abiertas; quiero tener luz, que esté todo bien alegre. Por qué no cantamos algo?
A nadie le sale la voz. Su madre fue la primera en ponerse a cantar. Su padre, con lágrimas en los ojos, hacía como que leía el periódico para disimular. Montse se dio cuenta y le dijo:
-Papá, que no te oigo, quiero que estéis alegres.
Dios le concedió lo que da a todas las almas que saben servir a los demás: la alegría, una alegría grande. Ah, pero no te he dicho lo mejor. Esta chiquilla alegre, contenta, de buen humor, cariñosa, generosa, murió en Jueves Santo, en Barcelona, hace unos años. Y poco después se abrió el proceso de Beatificación.
J. Urteaga, Siempre alegres
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