viernes, 17 de septiembre de 2010

MÁS AMBICIOSO TODAVÍA

Hablaba un día con un joven ( ... ). Trataba de convencerlo de la necesidad de que viviera cristianamente su vida, frecuentase los sacramentos, fuese alma de oración, y diese a todas sus acciones y a toda su vida una orientación sobrenatural.

-Jesús -le decía- tiene necesidad de almas que, con gran naturalidad y con gran entrega de sí mismas, vivan en el mundo una vida íntegramente cristiana. Pero en sus ojos se trasparentaba la resistencia de su alma; y sus palabras aducían justificaciones contra cuanto su voluntad se negaba a aceptar. Pocos minutos después resumió con sinceridad lo que, hasta entonces, quizá no se hubiera dicho ni aun a sí mismo:

-No puedo vivir como usted dice, porque soy muy ambicioso.

Y recuerdo lo que le respondí:

-Mira: tienes enfrente a un hombre más ambicioso que tú, a un hombre que quiere ser santo. Pues mi ambición es tanta, que no se contenta con ninguna cosa terrena: ambiciona a Jesucristo, que es Dios, y el Paraíso, que es su gloria y su felicidad, y la vida eterna.

S. Canals, Ascética meditada

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