viernes, 13 de septiembre de 2013

La eterna pregunta

   
   Desde hacía tiempo, Javier venía bombardeando a su padre con preguntas de carácter religioso. José Manuel respondía como podía a las dudas del chico, con la sensación de dar satisfacción a su curiosidad. Sin embargo, había una cuestión en la que no alcanzaba la claridad suficiente para calmar su inquietud. Se trataba de la eterna pregunta: ¿por qué hay mal en el mundo, si Dios es bueno?

   Ya no sé qué responderle, decía José Manuel al capellán de la universidad donde estudiaba su hija mayor, así que, si no le importa, se lo voy a traer a ver qué le puede decir usted.


   A los pocos días, Javier, que aún no había recibido la primera comunión, tuvo la oportunidad de entrevistarse con don Pedro. El sacerdote le explicó que, al inicio de la creación, un ángel, que era bueno –porque Dios crea buenas todas las cosas– decidió airado no servir a Dios. Su grito, su consigna, su lema por todos los siglos fue: ¡no quiero servir! ¡No serviré!; y desde entonces trata de perder a los hombres. Lo hizo al comienzo, con Adán y Eva, haciéndoles pecar a través de la misma tentación que a él le hizo caer: la soberbia, el querer ser igual a Dios, despreciando al Creador y buscando el propio provecho y orgullo. En la historia de los hombres hay pecado, que hace que las personas seamos capaces de obrar –en cosas pequeñas o grandes– el mal.

   Javier escuchaba atento, con los ojos muy abiertos, sin parpadear. Parecía que lo entendía todo, cuando de repente exclamó como para sus adentros: entonces el diablo no come el Pan, ¿verdad?
Don Pedro no comprendió.

   Sí; esto que me cuenta usted es así porque el diablo no come el Pan –continuó Javier–, ¿verdad que él no puede comulgar?

   Evidentemente, no –contestó Don Pedro... al tiempo que empezaba a comprender el razonamiento del muchacho. En efecto, la fuente de la caridad, del buen obrar y de toda la vida cristiana, es la Eucaristía: quien se acerca a menudo a ella dispone de toda la gracia para vivir con Cristo, para ser uno con Él, y entonces está en la mejor de las disposiciones para obrar el bien.
Es verdad: Satanás no comulga con Dios nunca. ¿Y tú?

Fulgencio Espá, Con Él, septiembre 2013

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