viernes, 2 de septiembre de 2016

El día que una panadería arrasó Londres

La Calle del Pundin. Buen nombre para instalar una panadería. En Pudding Lane, cerca de la Torre de Londres, estaba la de Thomas Farrier. Le iba bien, hasta era proveedor del nuevo Rey, Carlos II, coronado en 1660 e hijo del absolutista Carlos I, a quien Cromwell había cortado la cabeza. Farrier llevaba su panadería con su hija Hanna, dos sirvientes y una doncella.
A la una de la madrugada del 1 de septiembre de 1666, los despertó una espesa humareda. El bajo de la vivienda, donde se encontraban los hornos, estaba en llamas. Lograron huir por el tejado, saltando a una casa vecina. La doncella, que se cree que dejó sin apagar uno de los hornos antes de retirarse a descansar, no se atrevió a seguirlos.
Ella fue la primera víctima de lo que en horas se convertiría en el incendio más pavoroso de la historia de Londres. La cuarta parte de la ciudad, que por entonces tenía 350.000 habitantes, quedó arrasada. Las llamas acabaron con 13.200 casas y 83 iglesias. El fuego se propagó por 400 calles. La catedral medieval San Pablo, que contemplaba la City desde 400 años atrás, quedó destruida. Milagrosamente, los registros oficiales solo recogen seis muertes.

La cúpula de San Pablo en llamas

Quienes estos días paseen por Londres tal vez se hayan sorprendido al ver en llamas la actual cúpula de San Pablo, levantada a finales del XVII por Wren, a imitación de la de Miguel Ángel en el Vaticano. Pero no era una alucinación fruto de un exceso de pintas de London Pride.
Un efectista juego de luces imita estos días el fuego de hace 350 años, como parte del festival artístico por el aniversario del incendio. En las calles de la City irán cayendo una tras otra 26.000 piezas de dominó, metáfora de cómo las llamas saltaban de una casa de madera a otra.
En el prado frente a la Tate Modern se instalará el «Jardín del Fuego». Una maqueta con el «skyline» de la City del XVII arderá Támesis abajo. También está en cartel una estupenda exposición en el Museo de Londres, «¡Fuego, fuego!», donde se revive muy visualmente cómo se propagó y se muestran documentos apasionantes, como una crónica española de los hechos. Los ingleses saben convertir su historia en espectáculo y gancho turístico, incluso cuando toca desgracia.

Búsqueda de los culpables

El panadero Farrier siempre negó que la catástrofe hubiese comenzado con una chispa díscola en sus hornos. En 1666, Inglaterra estaba en guerra con Holanda y, como casi siempre, enemistada con Francia yEspaña. El primer reflejo fue culpar al enemigo exterior y a los católicos.
Una historia que nos exhorta a la vigilancia para no descuidar lo pequeño y a la valentía para asumir las propias responsabilidades.
abc.es

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