sábado, 3 de septiembre de 2016

El ingeniero que se curó rezando

De entre las personas que caminan por Roma en vísperas de la canonización de Madre Teresa, pocas hay tan felices como Marcilio y Fernanda, el matrimonio de Río de Janeiro cuya vida cambió radicalmente en diciembre del año 2008, cuando la inminencia de la muerte del marido amenazaba con separarles.

El tremendo cuadro de abscesos cerebrales e hidrocefalia que le había llevado al coma cesó de repente cuando, según relató ayer Marcilio en el Vaticano. «Me desperté en la sala de operaciones sin dolor de cabeza, con una gran paz interior», aunque sin entender lo que le estaba sucediendo.

Marcilio Andrino, un ingeniero mecánico de 43 años, y Fernanda Rocha, una antigua pedagoga de 42, han contado con sencillez su historia en una conferencia de prensa, acompañados de la hermana Mary Prema, superiora general de las Misioneras de la Caridad, y del sacerdote canadiense Brian Kolodiejchuk, postulador de la causa de canonización.


Los dos jóvenes brasileños se habían conocido en el año 2000, y decidieron casarse cuando Marcilio ganó una oposición a funcionario público.

Meses después comenzó a sufrir problemas de equilibrio y visión doble, pero decidieron celebrar la boda. Según Marcilio, «estaba muy débil, y casi no lograba caminar. Fernanda me llevó literalmente al altar».

El ingeniero había acudió a varios médicos, pero ninguno hizo el diagnóstico correcto. Los síntomas empeoraban hasta el punto en que el 17 de octubre de 2008 «sufrí un ataque muy fuerte con convulsiones. En el hospital me dijeron que era un caso de infección en el cerebro».

A pesar del tratamiento con antibióticos, Marcilio continuaba empeorando, con el añadido de hidrocefalia. Al mes y medio del ingreso, cuando ya habían decidido operarle, entró en coma.

Fernanda y Marcilio llevaban tiempo pidiendo la curación a la Madre Teresa, pues Fernanda había descubierto la devoción por una antigua jefa curada de aneurisma cerebral. Cada día, al anochecer, ponía la imagen con una pequeñísima reliquia sobre la cabeza de Marcilio mientras ambos rezaban la oración del dorso de la estampa plastificada. No parecía dar resultado, hasta que algo imprevisto sucedió, justo antes de la operación. Los abscesos se habían reducido un 70 por ciento y la hidrocefalia había desaparecido.

Marcilio se emocionaba ayer al recordar cómo entró en el hospital paralizado y salió por su propio pie.

abc.es

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