lunes, 22 de marzo de 2010

EL OSO DE CORBINIANO


De la leyenda de Corbiniano, fundador de la diócesis de Frisinga, tomó el cardenal Ratzinger la imagen del oso. Benedicto XVI en el acto de oración ante la «Mariensäule» (Columna de la Virgen)(9.9.2006) se refirió a esta leyenda. Reproduzco su relato.

"Permitidme volver a exponer un pensamiento que, en mis breves memorias, he desarrollado en el contexto de mi nombramiento como arzobispo de Munich y Freising. Tenía que convertirme en sucesor de san Corbiniano y lo fui. Desde mi infancia me ha fascinado su leyenda, según la cual, un oso habría despedazado al caballo del santo durante su viaje por los Alpes. Corbiniano le reprendió duramente y, como castigo, le cargó con todo su equipaje hasta llegar a Roma. De este modo, el oso, cargado con el fardo del santo, tuvo que caminar hasta Roma y sólo entonces Corbiniano le dejó en libertad.

Cuando en 1977 me encontré ante la difícil decisión de aceptar o no el nombramiento a arzobispo de Munich y Freising, que me habría sacado de mi acostumbrada actividad universitaria, llevándome hacia nuevas tareas y nuevas responsabilidades, reflexioné mucho. Entonces me acordé de este oso y de la interpretación de los versículos 22 y 23 del Salmo 72 [73] que desarrolló san Agustín, en una situación muy parecida a la mía en el contexto de su ordenación sacerdotal y episcopal, y que después expresaría en sus sermones sobre los Salmos. En este Salmo, el salmista se pregunta por qué les va bien con frecuencia a los malvados de este mundo y por qué les va tan mal a muchas personas buenas.

Entonces, el salmista dice: era un tonto por haber pensado así; estaba ante ti como un animal, pero después entré en el santuario y comprendí que precisamente en las dificultades estaba muy cerca de ti y que tú estabas siempre conmigo. Agustín, con amor, retomó con frecuencia este Salmo y, viendo en la expresión «estaba ante ti como un animal» («iumentum» en latín), en referencia al animal de tiro que entonces se utilizaba en el norte de África para arar la tierra, se identificó a sí mismo en este «iumentum» como animal de tiro de Dios, se identificó en él como alguien que está bajo el peso de su carga, la «sarcina episcopalis».

Había escogido la vida del hombre de estudio y, como dice después, Dios le había llamado a ser un «animal de tiro», un buen buey que tira del arado en el campo de Dios, que hace el trabajo duro que le es encomendado. Pero después reconoce: así como el animal de tiro está muy cerca del campesino, trabajando bajo su guía, así también yo estoy muy cerca de Dios, pues de este modo le sirvo directamente para la edificación de su Reino, para la construcción de la Iglesia.

Con el telón de fondo de este pensamiento del obispo de Hipona, el oso de san Corbiniano me alienta siempre de nuevo a realizar mi servicio con alegría y confianza --hace treinta años y también hoy, en mi nuevo encargo--, pronunciando día tras día el «sí» a Dios: «me he convertido para ti como en un animal de tiro, pero de este modo "yo estoy siempre contigo" (Sal 72[73], 23)». El oso de san Corbiniano, en Roma, quedó en libertad. En mi caso, el «Dueño» ha dispuesto de otro modo. Me encuentro, por tanto, de nuevo a los pies de la «Mariensäule» para implorar la intercesión y la bendición de la Madre de Dios, no sólo para la ciudad de Munich y para la querida Baviera, sino para la Iglesia universal y para todos los hombres de buena voluntad."

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