martes, 30 de agosto de 2011

HE'S THE SAME, RESPONDE. ES EL MISMO

Confesionarios en el Parque del Retiro
   La calle Alcalá era un ir y venir de peregrinos, que agitaban banderas y bailaban el Waka-waka. En la puerta de la iglesia de San José, la Hermana Sina Marie, una religiosa de las Hermanas Apostólicas de San Juan, animaba a los jóvenes a entrar a la Adoración internacional que llevaba a cabo el movimiento Youth 2000, y «a gastar la vida buscando el sentido de por qué viven, buscando el amor verdadero que da la auténtica plenitud, no un amor parcial y caduco». 

   Cuando hablaba de Jesús, lo hacía como una enamorada lo hace de su amado, con una sinceridad incontestable. ¿Quién no quiere algo así para su vida? ¿Qué se pierde por probar? ¿Merece la pena arriesgarse, ponerse ante el Santísimo y que Alguien te escuche? Dentro del templo, cientos de jóvenes buscaban respuesta a estas preguntas, en silencio, de rodillas ante Cristo Eucaristía. 

   Nicola, una joven irlandesa, miraba al Santísimo con lágrimas en los ojos, pero sin angustia, y al preguntarle por qué llora, gira la cabeza hasta la talla de un Cristo yacente, y de allí, a la Custodia. He’s the same, responde. Es el mismo. Siguió hablando de cómo llegó a esta iglesia y de qué ha hecho Jesucristo en su vida, pero hay palabras que son para Dios. Sólo acepta que transcribamos una frase: «Él me ha cambiado, me ha salvado. Y no puedo dejar de darle las gracias».

   Nicola no es la única que busca cambiar y encontrar la verdadera paz, no analgésicos para la conciencia. Por eso, en el parque del Retiro, cientos, miles de personas recorren el Paseo de Coches buscando reconciliarse con Dios y, en consecuencia, consigo mismos. Van de los confesionarios a la carpa de Adoración, donde las Hijas de la Caridad recuerdan que para darse a los demás sin descanso, es imprescindible mirar a Cristo. Tres voluntarias conducen a un peregrino por la arboleda aledaña: «A la gente le llaman la atención los confesionarios, porque tienen una forma curiosa. 

   Además, no están acostumbrados a ver jóvenes confesándose», dicen. «Sí, pero lo importante no es que la Iglesia queda bien, sino que aquí se salvan almas», dice el peregrino. Es cierto: miles de personas han recibido el perdón de Dios durante la JMJ, algunos después de muchos años sin buscar el abrazo del Padre. Ante nuestros ojos, una joven se arrodilla en un confesionario, por primera vez en 13 años. No hay reproches. No hay peros. La Gracia es gratis. El trato con Dios no incluye letra pequeña.

ALFA Y OMEGA

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